Cultura

Cecil B. DeMille, 50 años sin cine faraónico

"Dadme dos páginas cualesquiera de la Biblia y con ellas haré una película", decía Cecil B. DeMille, el tiránico cineasta que en el Hollywood primerizo levantó faraónicas superproducciones como Los diez mandamientos y fundó la estatuilla más famosa de todos los tiempos: el Oscar.

el 15 sep 2009 / 21:22 h.

"Dadme dos páginas cualesquiera de la Biblia y con ellas haré una película", decía Cecil B. DeMille, el tiránico cineasta que en el Hollywood primerizo levantó faraónicas superproducciones como Los diez mandamientos y fundó la estatuilla más famosa de todos los tiempos: el Oscar.

Cuando el cine nació, hubo unos años en los que nadie sabía si estaba llamado a ser una rareza de los salones de óptica o un verdadero entretenimiento para masas. Directores como Cecil B. DeMille, que falleció el 21 de enero de 1959, exploraron las posibilidades del nuevo medio y posibilitaron que se convirtiera en el ahora llamado séptimo arte.

Pero, como en las antiguas civilizaciones que plasmó en sus películas, el realizador de Los diez mandamientos -tanto la versión de 1923 como la de 1956- y Sansón y Dalila (1948) aplicó un estricto sistema casi esclavista basado en la siguiente máxima: "Estáis aquí para complacerme. Nada más en la Tierra importa".

Así, cuando no había efectos especiales, hizo rodar a Gloria Swanson, uno de sus grandes descubrimientos, una escena con un león de verdad sobre su espalda en Macho y hembra (1919), y obligó a todo el reparto de El mayor espectáculo del mundo (1952), por la que por fin ganó el Oscar a la mejor película, a desarrollar habilidades circenses como acrobacias o funambulismo.

El cineasta, en la tercera edad de su carrera, por fin conseguía la estatuilla que creó él mismo, entre otros miembros fundacionales de la Academia de Hollywood, cuando en 1927 se reunieron las 36 personas más influyentes de la industria para premiarse a sí mismos.

En aquella época, DeMille había desarrollado ya una muy prolífica carrera en el cine mudo, para el que retrató en medio de extravagantes escenarios epopeyas como Rey de Reyes (1927), la adaptación de la vida de Jesucristo.

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