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Cultura

Crónica de la España del siglo XX desde el campo andaluz

La Universidad de Sevilla reedita el estudio que el antropólogo Alfredo Jiménez hizo en 1978 desde Villamanrique con el hilo conductor de un campesino del pueblo

el 21 dic 2014 / 12:00 h.

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Alfredo Jiménez Núñez se asoma a estas líneas en El Correo 56 años después de su primer contacto con el periódico, que tuvo lugar en el invierno que sirvió de puente entre 1958 y 1959. Entonces hizo un viaje en tren por EEUU durante tres meses al que dio forma de crónicas que enviaba por avión para publicarse en El Correo. «Yo ya tenía vocación por la antropología», recuerda ahora, tanto que aquello acabó con nuestro protagonista estudiando (gracias a una beca) en la Universidad de Chicago una especialidad que no existía en España. Hoy se remata este círculo con un Alfredo Jiménez catedrático emérito que esta semana, curiosamente, cerró otro bucle temporal con la presentación de la reedición de un estudio que publicó en 1978, ocasión que es la que le lleva a reencontrarse con El Correo. Sevilla 15/12/2014 Alfredo JimenezFOTO: Pepo Herrera Alfredo Jiménez ha actualizado ahora su obra. / Pepo Herrera La obra se llama Biografía de un campesino andaluz y es hija de su tiempo, de una época en la que «estaban muy de moda los estudios antropológicos de comunidades campesinas». Por cuestiones familiares («mi suegra tenía una casa en el pueblo») el escenario fue Villamanrique de la Condesa y el hilo conductor lo puso el campesino del título, Antonio Béjar Martínez, que murió en el año 2000 a los 93 años y que tenía una memoria de tal calibre que sus recuerdos sirvieron para hacer un retrato no sólo de la Andalucía agraria del momento, sino de las historias del día a día de los tres primeros cuartos del siglo XX. Hoy, 36 años después de que aquel volumen viera la luz, el Servicio de Publicaciones de la Universidad lo ha reeditado, lo que le ha dado la ocasión a Alfredo Jiménez para tirar de antropología y hacer un estudio de la situación actual, un análisis que se ha incluido como un nuevo capítulo. La conclusión: Villamanrique está infinitamente mejor en muchos aspectos, pero otras se mantienen igual ya sea para mal (demasiado paro, ausencia de industria…) o para bien, ya que «ha sabido mantener su identidad como pueblo». La obra se ajustó en su momento a lo que sería la «tradición oral», ya que está basada en conversaciones con un Antonio Béjar que funciona como símbolo de una situación general. «Es la vida de un hombre que, a su vez, es el de una comunidad campesina», y es que Antonio era «un buen ejemplo del campesino andaluz, un hombre honrado, sencillo, limpio de corazón… Su relato ofrece una crónica de España desde el campo andaluz». El autor dejó hablar al protagonista, incorporando simplemente datos que él no mencionaba. Lo que sale de su relato es la foto fija de Villamanrique que, al contrario de lo que ocurría en casi todos los pueblos, no tenía grandes latifundios si exceptuamos el de doña Esperanza de Borbón, con lo que «además de jornaleros había muchos campesinos». Y el matiz no es baladí, porque indica que la tierra estaba en manos de los que la cultivaban. El propio Antonio Béjar tenía dos parcelitas de tierra (cercados, como le dicen en el pueblo) a las que iba todos los días con su burra, lo que no le sacaba de la pobreza, pero era «una miseria digna de campesino que se conforma con lo que tiene». Nacido en 1907, el protagonista de la obra fue hecho «cautivo» durante la Guerra Civil y encarcelado en Valencia, desde donde pudo mandar una carta a sus padres por mediación de Cruz Roja. Sabía escribir («en esto era distinto a la inmensa mayoría de los campesinos de la época, que eran analfabetos»), tenía buena letra, se expresaba bien y leía mucho, libros que le prestaba el director del colegio. En el Villamanrique de Antonio se iba a Sevilla sólo para cuestiones muy importantes o graves y las mujeres iban a pie a Pilas para trabajar en la aceituna, en el actual ha irrumpido Podemos en elecciones Europeas. Pero el pueblo ha mantenido su forma de ser, «quizás porque es pequeño y está en un fondo de saco, está aislado, concentrado en sí». En sí y en el Rocío, que sigue siendo «el fenómeno que aglutina al pueblo sin distinciones».

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