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Cuando el narco baja del cielo

La Guardia Civil se incautó el año pasado casi cuatro kilos de droga que se intentaba pasar a través del aeropuerto. La mayoría son muleros que utilizan la conexión aérea de Lisboa o Marrakech.

el 26 ene 2015 / 12:00 h.

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un agente de la Guardia Civil pasa una maleta por el escáner para comprobar si lleva droga o algún objeto prohibido. / José Luis Montero un agente de la Guardia Civil pasa una maleta por el escáner para comprobar si lleva droga o algún objeto prohibido. / José Luis Montero Maletines, botellas, tornillos o un póster. Cualquier lugar es bueno cuando la intención es introducir droga utilizando una de las ya clásicas vías: un vuelo. Sin embargo, cuando el narco, el mulero o el traficante toma tierra sabe que ahí le espera la Guardia Civil, que no se lo va a poner fácil. En el aeropuerto de San Pablo los agentes se incautaron el año pasado casi cuatro kilos de sustancias estupefacientes, que en su mayoría provenían de la conexión aérea con Lisboa y Marrakech. Dos agentes con droga incautada. / El Correo Dos agentes con droga incautada. / El Correo El aeródromo sevillano no es precisamente uno de los puntos complicados del país en cuanto a introducción de droga, en gran parte por la labor de control que aquí se hace. «No somos aeropuertos como Málaga, que tiene muchas conexiones internacionales. Además, a través de un aeropuerto no se puede pa-sar mucha cantidad», explica el teniente de la Guardia Civil en el aeropuerto, Juan Pascua. Sin embargo, los agentes siempre están alerta y en constante contacto con otros aeropuertos para poder detectar a pasajeros que «no sólo llevan droga, sino otras sustancias, tabaco de contrabando, armas o cualquier otro elemento peligroso», señala el teniente. Sin embargo, el año pasado si fue uno de los más productivos, pues aprehendieron tres kilos y 650 gramos, todo hachís, salvo dos kilos de cocaína. Cuatro veces más de lo que se incautó en 2014, todo gracias a que lograron dar «dos palos gordos», en uno de los cuales la persona detenida llevaba dos kilos de cocaína. «La droga la llevaba oculta en el fondo de una maleta», que fue detectada por los agentes de Resguardo Fiscal de la Guardia Civil cuando hicieron la inspección radiológica del equipaje, dando resultado positivo. «El equipaje pasa por escáneres y dependiendo del color que muestre sabemos si lleva oculta droga o no. Posteriormente, tras localizar en el interior dos kilos de «una pasta de color blanco», le realizaron el llamado narcotest, con lo que pudo comprobarse que se trataba de cocaína. Droga oculta en un maletín. / El Correo Droga oculta en un maletín. / El Correo Esta es una de las formas de trabajar que tienen los agentes del aeropuerto, aunque «este tipo de golpes suelen ser propios de operativos especiales que montamos, bien porque nos dan el aviso o porque hemos hecho un seguimiento a una persona o por el resultado de una investigación». No obstante, la Guardia Civil está especialmente atenta a vuelos que ellos denominan «calientes» y que en el caso de Sevilla es el procedente de Lisboa, «porque desde allí conectan con países suramericanos, especialmente Brasil»; o el de Marrakech. Todo el equipaje que entre por las puertas del aeropuerto de San Pablo pasa por escáners y a veces «tenemos aquí a los perros antidroga». ¿Y qué hacen cuando detectan algo raro?», pues hacen «la conciliación de la maleta». Es decir, comprueban los datos de la misma con las de los pasajeros del vuelo y llaman al propietario de la misma para proceder a su revisión. «Sin embargo, muchas veces no aparece nadie, porque suelen facturar el equipaje para que sea la compañía aérea la que se la lleve a casa», por lo que en esos casos tienen que iniciar una investigación para intentar localizar al dueño. Los pasajeros son el otro punto a vigilar. Los llamados muleros, las personas que se prestan a introducir droga a cambio de dinero, son detectados o bien por investigaciones previas y seguimientos o bien al pasar por el escáner. «Aquí hemos llegado a coger a una persona que llevaba 93 bellotas en el cuerpo, con el riesgo que eso supone, porque se juegan la vida», indica el teniente. Eso fue en marzo del año pasado y la mula llevaba casi un kilo de hachís. «Estuvo ingresado y custodiado por nosotros hasta que expulsó la última bellota», señala, tras recordar que ambos acabaron en prisión. Droga oculta en botellas de vino. / El Correo Droga oculta en botellas de vino. / El Correo En este sentido, el teniente de la Guardia Civil afirma que la crisis ha llevado a muchas personas a prestarse a este tipo de práctica, en la que las bellotas con la droga se introducen en el cuerpo o se adosan a él. «Algunos nos cuentan cuando los cogemos que lo han hecho porque están desesperados, porque necesitaban el dinero». En ellos existen también un perfil común: hombres de entre 37 y 50 años. Pero los agentes no están únicamente pendientes de los pasajeros. Sino que también, en uso de las competencias que como Resguardo Fiscal tiene la Guardia Civil, se encargan de supervisar todos los paquetes y envíos que pasan por el aeropuerto, y toda la carga que se transporta desde aviones destinados a esta tarea. «Prestamos principal atención aquellos envíos que proceden de países denominados calientes, como son los de Suramérica o Asia, aunque sin dejar de controlar los demás, así como posibles conexiones que pudieran haber en distintos aeropuertos», indica Pascua. «Nos hemos encontrado con droga que venía oculta en palets, muebles, cartones, maquinaria o botellas», donde la sustancia estupefaciente estaba diluida en líquidos. Otros de los lugares más llamativos son «prendas textiles, maletines, fundas instrumentos, enseres, cerámicas, o también mezcladas con otras sustancias a modo de pasta en cuadros o jarrones».

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