Cultura

Cuestión de miradas

La francesa Pascale Ferran y el norteamericano Joshua Safdie presentan cintas en las que juegan un papel fundamental la percepción del mundo y la visión sobre sus personajes

el 14 nov 2014 / 08:56 h.

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Pascale Ferran juega con una fantasía en la que tienen mucho que ver los gorriones. / Fotos: Carlos Hernández Pascale Ferran juega con una fantasía en la que tienen mucho que ver los gorriones. / Fotos: Carlos Hernández El punto de partida es que estamos sobre un tejado, miramos al vacío y nos preguntamos qué pasaría si diésemos el salto, ¿nos la pegaríamos o volaríamos rumbo a nuestra propia vida? La pregunta tiene trampa, porque no es lo mismo si el protagonista es un pájaro, aunque a lo mejor resulta que todo esto es metafórico y ese salto lo puede dar cualquiera de nosotros, la cuestión no es tener alas sino valor para tomar la decisión. Un lío, vamos. ¿Y quién puede juzgar a una chica de 19 años que vive en la calle y que bastante tiene cada día con buscarse la vida, con saber qué comer, dónde dormir y cómo conseguir la droga que su cuerpo le reclama? Pues con estos puntos de partida dos propuestas tan diferentes como las de Bird people, de la francesa Pascale Ferran, y Heavens knows what, de los hermanos norteamericanos Joshua y Ben Safdie, fueron ayer defendidas por sus directores, que por caminos radicalmente distintos ponen sus cámaras ante el mundo que nos rodea para reflejar su crudeza. Y sí, es duro, pero sin ni siquiera llegar a plasmarlo de una manera explícita en estas películas, se puede llegar a la conclusión de que pese a ello merece la pena, que hay que vivirlo. La visión más poética la trae Pascale Ferran, que en Bird people juega con la metáfora de un pájaro pequeño, vivaracho e invisible a ojos de casi todo el mundo como le ocurre a su protagonista, a la que da vida la actriz francesa Anaïs Demoustier («que tiene cara de gorrión»), doncella en un hotel en el que nadie se fija en ella. «Le pedí que estuviera una semana haciendo prácticas en un hotel para familiarizarse con los gestos, y a ella misma le sorprendió hasta qué punto los clientes no ven a estas trabajadoras, son invisibles», de ahí que profesional e incluso personalmente a esta directora le «interesa mucho la figura de las limpiadoras de los hoteles». Ferran confiesa que «tenía ganas de hacer una película que describiera lo mejor posible el mundo en el que vivimos», siempre en transformación y en el que todo se acelera, un mundo «muy poco habitable». Para ello pone el ojo en escenarios tan cotidianos y a la vez tan sin alma como aeropuertos, hoteles de tránsito rápido, estaciones de metro... Pero no ha querido hacer una película sólo de realismo social, de ahí que haya intentado aportar algo más, entrar en una dimensión más imaginaria que a ella misma le gusta como espectadora, para así «contar los sueños de gente que se siente fuera de la época que vivimos». La autora confiesa que sí, que la génesis de su obra fue el vuelo de un gorrión, con esa idea de si salto o no salto, que identifica con la «ambigüedad de la pulsión de la vida y la muerte». Él, Josh Charles (muy popular por su papel en la serie The good wife), rompe con sus relaciones sociales y familiares, pero ella «da un paso más y desconecta de su envoltorio humano para alcanzar otra dimensión». Al trascender de esta manera constata que nuestro mundo, «aunque no sea habitable en este momento, es maravilloso». Capítulo aparte merece el factor gorrión, que le hizo sudar tinta china para lograr tomas realistas e invirtió 15 meses en el montaje de las mismas. «Una paloma es más fácil de filmar, porque el gorrión es demasiado pequeño para fijarse en él, por eso no es casual haber cogido un gorrión», defiende su elección, al tiempo que subraya que eso de fijarse tiene su importancia. «Esta película está obsesionada con la idea de la mirada, es sobre alguien obsesionado con que no ve nada en el mundo en el que vive. La mirada es la cuestión central».   en la calle. También la mirada tiene mucha importancia en la otra película defendida ayer por su director, en este caso por uno de ellos, porque Heaven knows what ha sido dirigida a cuatro manos por los hermanos Ben y Joshua Safdie, y fue a este último al que le tocó destriparla. Y lo de la mirada viene a cuento porque la cinta lo que hace es seguir el durísimo día a día de una chica de 19 años drogadicta que vive en la calle, atrapada encima en una relación tóxica. Lo más llamativo es que la actriz, Arielle Holmes, es la protagonista real de esta historia, y a ella sigue la cámara sin juzgarla, sin moralina, sin pontificar. Joshua Safdie explica que conoció a Arielle cuando estaba embarcado en otro proyecto, llamándole la atención que se estaba quedando dormida mientras le hablaba. «Al final me confesó que era una indigente adicta a la heroína», recuerda, y su historia («estaba metida en un bucle vicioso, repetitivo») le conmovió tanto que la ayudó buscándole un trabajo. Al final no se presentó al mismo y desapareció durante meses, para reaparecer y contar que había intentado suicidarse. «Ahí empecé a escribir de ella». Cuando llegó la hora de plasmar la historia en una película, los hermanos Safdie decidieron contar con ella con una condición: iba a recibir un sueldo, pero tenía que ir a rehabilitación. Ella no vio la cinta hasta que se estrenó en Venecia, y al hacerlo le sorprendió «lo repetitiva que se veía». Desde entonces la ve frecuentemente «porque dice que parece otra persona completamente diferente», una sombra de la que intenta huir rehaciendo su vida como actriz ya con otros proyectos.

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