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De todas formas, feliz año

Ha sido éste un duro año, que empezó con la manifestación de unos claros síntomas de crisis económica profunda, que se venía larvando desde el verano del 2007, pero que, en nuestro país, no se reconoció oficialmente hasta...

el 15 sep 2009 / 20:24 h.

Ha sido éste un duro año, que empezó con la manifestación de unos claros síntomas de crisis económica profunda, que se venía larvando desde el verano del 2007, pero que, en nuestro país, no se reconoció oficialmente hasta después de las elecciones generales del mes de marzo. Que no era plan de fastidiarlas. Luego resultó que la no crisis era bastante peor de lo que los más pesimistas apuntaban en un principio. Todos los pronósticos agoreros fueron superados por la realidad de una crisis, que va camino de convertir en parados a cuatro millones de españoles, y casi una cuarta parte de ellos podrían ser andaluces.

Cierto es que, desde el gobierno, se han tomado una serie de iniciativas, como la de inyectar liquidez en el sistema financiero, o destinar miles de millones a aliviar el paro a través de proyectos municipales.

Pero, como ya se ha dicho más de una vez, éstas son medidas de tipo coyuntural, que pueden servir para aliviar situaciones difíciles, pero que no suponen soluciones, ni a medio ni a largo plazo.

Tenemos una grave enfermedad estructural, que no se cura con cuidados paliativos.

El año que está a punto de comenzar también presenta, desde antes de su inicio, nubarrones sombríos, que no parecen fáciles de despejar. Van a seguir cerrando empresas, aumentará el paro, bajará el consumo y seguiremos deslizándonos por una pendiente, cuyo fondo todavía no somos capaces de predecir. Por eso, lanzar ahora un mensaje optimista, como se suele hacer en esta época, en la que parece que a los problemas les ponemos sordina, no es un ejercicio fácil. Todos estamos preocupados, y con razón, porque las circunstancias así nos lo imponen.

Pero la preocupación, que además de legítima, es inevitable, no nos debe conducir a la parálisis ni, por supuesto a la resignación. Porque eso es lo peor que nos podría ocurrir. Si nos atrofia el miedo al futuro inmediato, entraremos en una situación de sonambulismo colectivo y de desconfianza individual, lo que supondría una crisis peor, y de más difícil solución que la económica, financiera y laboral que ya estamos padeciendo.

El carro tiene que seguir marchando, y lo deseable, aunque no siempre es fácil, sería confiar en quién lleva las riendas.

Lo que pasa es que ahora se están echando en falta auténticos liderazgos, capaces de romper esa tendencia a la postración que se instala en la sociedad, cuando se enfrenta a una situación de peligro. Sobre todo cuando falta quién le enseñe la salida y trace con nitidez el camino a seguir, por mucha crudeza que emplee.

Por eso, no podemos empezar el año con paños calientes, y en estos días de tregua navideña, nosotros, cada uno, como podamos, tenemos que prepararnos moralmente. Es nuestra obligación pero nuestro derecho es que se nos señale a dónde vamos. De todas, feliz año.

Periodista

juan.ojeda@hotmail.es

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