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‘Diario de guerra: Hugo Pratt’: Relatos de la Segunda Guerra Mundial

el 10 feb 2010 / 20:38 h.

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Por más que con tan sólo pronunciar su nombre cualquier aficionado que se precie se apresure a recordar lo maravilloso de su Corto Maltés, la carrera de Hugo Pratt tiene mucho más terreno inexplorado en nuestro país de lo que podríamos imaginar.

Algo que tanto Norma, que lleva editando desde hace incontables años al fallecido artista, como Panini saben muy bien. Como ya hemos comentado, la primera va a lanzar durante este 2010 toda una serie de nuevas ediciones de obras de Pratt, otorgando gran protagonismo a su más famosa creación con cinco álbumes de Corto Maltés, y con Sandokán y Sargento Kirk como recuperaciones de material inédito (aunque en el caso del segundo se trate de algo que ya apareció a principios de los ochenta en formato revista).

Por su parte, Panini apostaba fuerte en el pasado Salón del Cómic de Barcelona con el primer volumen  de Diario de Guerra: Hugo Pratt, una serie de tres tomos en los  que se han recopilado todas las historias que el italiano dibujo para la Fleetway, una de las más conocidas editoriales de cómics en Inglaterra. Abarcando un período de cuatro años, los que van desde 1959 a 1963, Pratt recaló en “la pérfida Albión” tras pasar la totalidad de la década de los cincuenta viviendo en Argentina, en la que trabajó junto a H.G. Oesterheld, legendario guionista del país suramericano que cuenta en su haber con títulos como El eternauta o Mort Cinder, dos obras maestras del noveno arte.

Llegado a Inglaterra, el dibujante será contratado para poner su arte al servicio de varias colecciones semanales que por aquel entonces causaban furor entre los lectores de cómics. Escritas con una facilidad pasmosa, los guiones de los doce números recogidos en los tres volúmenes son todo un compendio de lo que deberían ser las buenas historias bélicas: descriptivas y exhaustivamente documentadas sin ser cargantes, con un claro gusto por una épica contenida y con personajes que traspasan el papel para llegarnos con todos sus miedos, ansias y preocupaciones, trasladándonos de forma inequívoca a otra época; una en la que el ejército era visto con mucho menos pragmatismo y con mayor gloria.

Y en medio de todos los guionistas un Hugo Pratt que, a falta de calificativos más serios, se sale. Componiendo cada página con tres viñetas a lo sumo (la tónica general serán dos), el artista italiano narra a su antojo las aventuras de los militares en los diversos frentes que se nos presentan. Y ya sea en el desierto, como en la costa de Normandía, ya en el aire, el mar o las junglas de Birmania, Pratt resuelve cada viñeta con una gracilidad reservada sólo a los genios, dibujando con soltura, y muchas veces simplemente insinuando, las formas que permiten al lector apercibirse de lo que se pretende narrar. Las caracterizaciones de los personajes, cercanas a lo que luego se le verá en Corto Maltés, no dejan perderse en ningún momento, aunque lo mejor del trabajo del artista se reserve para unos escenarios y una maquinaria bélica que, en muchos casos, quedan perfectamente definidos con cuatro líneas. Simplemente genial. 

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