Cultura

Diego Ventura corta una oreja en una buena tarde en Madrid

el 06 jun 2010 / 20:53 h.

Diego Ventura dio la vuelta al ruedo, regalo incluida, en una para él afortunada tarde de rejones.

La corrida de rejones que puso fin a la Feria del Aniversario de Las Ventas no tuvo finalmente el nivel de otras tardes de toreo a caballo en Madrid, a pesar de lo cual Diego Ventura pudo pasear tres orejas y Andy Cartagena, a buen nivel, pudo pasear dos. Del conjunto del festejo, destacó la faena de Ventura ante el quinto, que le habría abierto la Puerta Grande de no marrar con el rejón de muerte. Manuel Lupi se esforzó ante el sexto, pero fue visible su bisoñez.


Diego Ventura calentó los ánimos tras cuajar ante el tercero una faena que recibió el premio de una oreja. El toro no tuvo el son de los dos anteriores y Ventura no tuvo más remedio que llegarle siempre mucho. Lo hizo montando a Revuelo y fue, como siempre, muy agresivo montando a Morante. A pesar del derrame, el rejón de muerte cayó en buen sitio. Frente al quinto, firmó lo más importante de la tarde; una faena al nivel de las mejores tardes del rejoneador en el coso venteño.

La faena al quinto, un toro de mucho volumen, como toda la corrida, marcó un gran nivel desde el recibo a portagayola montando a Girasol hasta las banderillas con Califa. En medio, le llevó mucho montando a Orobroy, metiéndose por los adentros por los dos pitones, dejándole llegar la cara del toro a la grupa. De lo mejor de la tarde, y de los rejones vistos este año en Las Ventas, dos pares al quiebro montando a Wellington, caballo que debutaba en esta Feria.

Andy Cartagena sorteó otro toro manejable con el que elevó el nivel del espectáculo y el calor del público. Su labor mezcló el espectáculo y la exposición, dejándose llegar mucho al toro a las monturas. Destacó sobre todo a lomos de Cañero y Magno. Las cortas al violín fueron reunidas pero pinchó. Clavó luego bajo y echó pie a tierra para descabellar. Saludó una ovación. Sorteó en cuarto lugar un toro rajado que, tras el primer rejón de castigo, tendió a pararse, esperar y echar la cara arriba. Fue un toro sin peligro pero también sin el celo y el galope mínimos para ayudar al espectáculo. Cartagena solventó esta circunstancia a base de recursos, como clavar por dentro al violín montando a Maravilla y llegarlo mucho con Pericalvo. Finalmente, paseó una oreja tras un rejón.

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