El verano de 2000 José Luis Rodríguez Zapatero se hizo con las riendas del PSOE sólo con nueve votos de diferencia sobre su principal adversario, José Bono. Diez años después, sin rival en el partido, su figura está consolidada al frente de una organización en la que nadie quiere o se atreve a hacerle sombra.
Una década que los socialistas festejarán el próximo 22 de julio con un acto austero, como marcan los tiempos, pero multitudinario, en el que esperan reunir a un centenar de dirigentes, incluidos los miembros de las tres ejecutivas que Zapatero ha dirigido en estos diez años.
Cuando los socialistas atravesaban sus horas más bajas, Zapatero y su Nueva Vía se convirtieron en el "equipo revelación" del 35 Congreso Federal del PSOE, celebrado en julio del año 2000, y tuvieron que enfrentarse a rivales de la talla de José Bono, Matilde Fernández y Rosa Díez -ahora la líder de UPyD-.
No hubo goleada y, de hecho, el resultado fue muy apretado. Sólo nueve votos separaron a Zapatero, el más joven de los cuatro candidatos que se presentaban -39 años-, de su principal antagonista y favorito para alzarse con la victoria: el entonces presidente de Castilla-La Mancha, José Bono. El resultado de la votación de los 995 delegados deparó al diputado por León 414 apoyos, frente a los 405 de Bono.
Zapatero, el único de los cuatro candidatos que ocupaba escaño en el Congreso, se presentó ante sus compañeros defendiendo con entusiasmo la figura del ex presidente Felipe González y ofreciendo un proyecto "innovador" desde la "lealtad" al pasado del PSOE y a las figuras que dirigieron el país durante 14 años.
La Nueva Vía. Clasificado por diversos sectores del PSOE como "social-liberal", Zapatero apostó por un partido socialista "ágil, dinámico y moderno" y se marcó entre sus primeros objetivos desarrollar una oposición útil socialmente, renovar profundamente las estructuras internas y hacer un proyecto de una nueva izquierda y de modernidad para España. Nueva Vía prometía un "socialismo amable" de "política fácil y bella" que sólo se consigue con una "enorme capacidad de diálogo y tolerancia y talante".
Pese a que tampoco era el "favorito", cuatro años después el sucesor de Joaquín Almunia en el banquillo socialista ganó las elecciones generales y logró que los socialistas se sentaran de nuevo en La Moncloa.
Ya en el poder, Zapatero no necesitó despeinarse para renovar su mandato al frente del PSOE, tanto en 2004 como en 2008, cuando no tuvo oposición alguna. Ahora, Zapatero sigue sin tener rival en el partido, ni tampoco delfines, pese a que la situación ya no es tan cómoda.
Renovación constante. Siempre junto a su número dos, José Blanco, a Zapatero no le ha temblado la mano estos años a la hora de despejar el vestuario y sacar a jugadores de refresco. Tanto es así que algunos de los titulares de aquella época, como Jesús Caldera, Juan Fernando López Aguilar o Álvaro Cuesta tienen un protagonismo muy secundario en el partido; en otros casos, incluso, el distanciamiento ha sido mayor, como el de Jordi Sevilla. Por contra, se han consolidado algunas jóvenes figuras, como Leire Pajín, Carme Chacón, Eduardo Madina o Antonio Hernando. Ha visto esta década también la jubilación de los clásicos barones, que habían acumulado ingentes cantidades de poder dentro del PSOE, y han abandonado sus atalayas autonómicas José Bono, Manuel Chaves o Juan Carlos Rodríguez Ibarra.
Hoy ni el secretario general de los socialistas ni el partido atraviesan su mejor momento: la crisis económica asfixia a uno y a otros y las numerosas encuestas así lo ratifican. Pero todos esperan que repita como candidato en las generales de 2012. En los últimos meses Zapatero ha tenido que hacer frente a la debilidad de su Gobierno en el Congreso, a los constantes rumores de rescate de la economía española... y desde el pasado lunes tiene a Cataluña "indignada" por la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el Estatut. Sobre esto último, Zapatero admite que se necesitará tiempo para cicatrizar los "rasguños", pero ya ha dado los pa-sos necesarios para subsanarlos.
Diez años después de aquella elección, que puso fin a la mayor crisis interna del PSOE desde el congreso de Suresnes, muchos socialistas no ocultan su temor a que el partido reviva un escenario similar, en el que la recesión económica y el desgaste del Gobierno les haga perder la confianza de sus electores.