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¿Dónde estás, amigo indeciso?

Lo de los indecisos es un mito, parece que ya sólo se duda entre votar al PP y no votar al PSOE.

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Un hombre deposita su voto en una urna en las pasadas elecciones. El domingo los andaluces votarán por tercera vez en los últimos 10 meses.

Hay una leyenda, urbana y rural, que en los últimos tiempos cobra vida cada vez que nos metemos en periodo electoral, lo que es decir cada dos por tres porque llevamos una racha intensa. Dice la leyenda que los indecisos, los que todavía no saben a quién van a votar, son los que inclinan la balanza hacia un lado u otro, los que derriban gobiernos y forjan nuevas mayorías. A los periódicos siempre nos queda muy socorrido para los titulares, nunca nos escapamos de poner algo así como que el "incierto resultado final" está "en manos de los indecisos".

¿Pues saben que les digo? Que tararí. Que eso de los indecisos se llevaría hace unos años, pero lo que es en las últimas elecciones (municipales y generales) no parece que el personal haya estado muy indeciso que digamos. En todo caso la indecisión puede estar entre votar al PP y no votar al PSOE, porque a Juan Ignacio Zoido y a sus 19 concejales les entra la risa tonta cuando les recuerdan que se hablaba de indecisos en las pasadas elecciones municipales. Sí, mucho indeciso y un poco más y rompen el medidor de concejales, si hasta en la noche electoral en los periódicos nos encontramos con que ni teníamos fotos de la número 20 de la lista, porque claro, como los indecisos iban a nivelar mucho el resultado tampoco se iba a disparar tanto la cosa a favor de uno o de otro.

Como de los indecisos de las elecciones generales mejor ni hablamos, nos metemos entonces en el segundo gran mito que nos da vidilla a los medios de comunicación, y con el que explicamos todo lo anterior: es que hay mucho voto oculto, por aquí hay mucho bromista suelto al que le hacen una encuesta, te dice que todavía no sabe o que seguro que vota al PSOE y luego se arroja en brazos del PP. Esto pasa por no vivir en un país serio, a la gente deberían obligarla a votar como había dicho que haría, lo que se asegura en una encuesta tendría que ir a misa.

Lo curioso es que nos agarramos al mito del indeciso cuando de un tiempo a esta parte no hay ni rastro de este espécimen político en las encuestas. Las que se conocieron el pasado fin de semana así lo indican, y como mucho el votante duda entre si darle la bofetada en la cara al PSOE con el interior o con el exterior de la mano, si hacerlo en plan suave como cuando te retaban a un duelo y te daban con el guante (plis, plas) o bofetón sonoro tipo Glenn Ford a Rita Hayworth en Gilda.

Mientras contamos las horas para ver qué final nos depara esta película, también asistimos a otro final, el de la carrera política en Andalucía de José Antonio Griñán o Javier Arenas: sea cual sea el resultado, parece complicado que los dos estén en el Parlamento andaluz el año que viene a estas alturas. Es decir, que uno de ellos no lo sabe pero ya es un cadáver andante de la política andaluza. Arenas lo tiene más fácil, porque su escenario más lógico es el de victoria, con lo que sólo acabaría borrándose si no consigue la mayoría absoluta por la que suspira y si PSOE e IU son capaces de ponerse de acuerdo, que eso está por ver. En todo caso, si la cosa le sale regular lo tenemos de ministro en unos meses, y es capaz que hasta de vicepresidente, además de que seguiría mandando desde Madrid para no perder el control de su tropa.

Pero Griñán... eso son palabras mayores. Sus aspiraciones en la vida a corto plazo no son para tenerle envidia: no pegarse en las urnas el tortazo que todos le auguran, no quedar así como el político que perdió el último refugio y la cuna de las esencias de su partido y, si lo consigue, sentarse a partir de ahí a negociar con una IU que le esperará relamiéndose.

Y éste es el escenario bueno, porque el malo incluye una horquilla amplia que va de la dimisión a capitanear un bando en la inevitable guerra civil socialista que se desataría. Vamos, que el que suscribe no querría estar en su piel precisamente en este momento.

Al margen de aclararle a Griñán y Arenas su futuro a corto plazo, el 25-M es un gran dique de contención que se romperá en cuanto cierren las urnas. La cascada que se formará nos traerá una huelga general, unos presupuestos generales del Estado que serán para echarse a temblar, unos recortes para llorar, la de Troya en el PSOE, el fin del mundo de los mayas para diciembre... y Mariano Rajoy diciendo que "no es partidario" del copago, que cada vez que dice algo así da un miedo...

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