Zaragora - Real Betis. / Foto: LOF El Zaragoza-Betis presentaba el siguiente punto de partida: el conjunto verdiblanco había empalmado cuatro victorias consecutivas en La Romareda, era un duelo entre dos candidatos al ascenso a Primera y al mismo tiempo se libraba una batalla particular entre dos de los principales goleadores de Segunda División, Rubén Castro y Borja Bastón. He aquí el desenlace: el Betis no ganó, nadie ofreció argumentos suficientes para merecer la condición de favorito indiscutible para el ascenso y no marcó ninguno de los aspirantes al Pichichi. En un encuentro tildado de Primera entre dos contendientes que por las circunstancias de la vida (y la pésima gestión deportiva) vagan por la categoría de plata, el único digno de conseguir el salto de división fue Adán. El portero devolvió al Betis el punto que le hizo perder en Pamplona. Donde las dan las toman. Él dio el triunfo a Osasuna con aquel clamoroso fallo en un saque de esquina y él mismo, dos semanas más tarde, permitió que su equipo tomase otro punto con una serie de paradas prodigiosas en La Romareda. La que ejecutó en un centro que desvió uno de sus defensas y la del tiempo de prolongación no son propias de un guardameta de Segunda, está claro. Los méritos de Adán no fueron suficientes para contrarrestar los deméritos de muchos de sus compañeros, pero sí bastaron para evitarle al Betis la derrota a la que parecía abocado por la enésima exhibición negativa de Molinero, Jordi y Casado. Al contrario que ellos, el meta hizo todo lo posible para no contribuir a que el Zaragoza remontase el duelo, pero sólo es un cancerbero, no Dios, así que el Betis se conformó con empatar. La igualada rompe una serie increíble de cuatro victorias consecutivas del Betis en La Romareda: en Primera llevaba un 1-2 en la 2012-13, un 0-2 en la 2011-12 y un 0-3 en la 2007-08, con un 1-2 en la Copa del Rey de la 2010-11 en medio. El registro positivo se desvanece y el negativo se perpetúa: el Betis nunca ha ganado en Zaragoza en Segunda: siete derrotas y dos empates. El balance es tan deprimente como el horizonte de Julio Velázquez si no corrige la eterna inconsistencia de su grupo. El otro futbolista del Betis que sin duda es de Primera se llama Rubén Castro. En Zaragoza le tocó pelear contra su paisano Mario y otro Rubén, González. Este era el plan, pero el Rubén que no es del Betis no duró ni cinco minutos. Iba a ser un duelo atractivo entre tres futbolistas de la misma quinta y casi del mismo signo (todos nacieron en un lapso de ocho meses, entre junio del 81 y febrero del 82) que como curiosidad coincidieron en la sub 21 preparando el Europeo de 2004. No pudo ser. La confrontación se redujo a Rubén y Mario y quizá salió vencedor el central, que por cierto mereció ser expulsado. El atacante, más errático que de costumbre, no pudo igualar a Rincón ni acercarse a Domínguez en la tabla de goleadores históricos del Betis. Y así llegó y se marchó otro extraño partido del Betis, que además fue arbitrado por un colegiado del Comité Asturiano. Es la tercera vez consecutiva para el equipo de Heliópolis: antes del avilesino Areces Franco le habían tocado el gijonés González Fuertes contra el Barça B y Piñeiro Crespo, palentino de nacimiento pero adscrito al mismo comité que los otros dos, en El Sadar.