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El Alcázar que salva el verano

el 18 jul 2010 / 12:15 h.

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El público, en el Cenador de la Alcoba, antes del concierto.

Dicta el refrán que quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Y en Sevilla además, quien a buen Alcázar se asoma, buena música le corteja. Lo que hace años comenzó como una modesta actividad para hacer las delicias de los güiris que tenían la osadía de visitar la ciudad en los meses de verano, se ha convertido en la cita cultural que, año sí año (casi) también, salva el estío del tedio más absoluto.

El ciclo Noches en los Jardines del Real Alcázar, que se celebra hasta el 12 de septiembre, supone un micromundo dentro de una ciudad que duerme aletargada los meses estivales. Allí confluyen turistas -cuyos ojos hacen chiribitas ante la posibilidad de escuchar un concierto de, pongamos por caso, música andalusí en el interior del monumento- y sevillanos ¬¬-los que quedan, los que se irán y los que ya han vuelto-.

Claro que tanto o más felices que quienes disfrutan de la actividad y quienes la organizan -que la ven con el aforo completo casi cada día- son los patos del Alcázar, cuyos ciclos reproductivos parecen haberle cogido el tranquillo al programa de las Noches con tal de que la prole tenga estos meses una dosis extra de migas de pan con las que pasar un poco mejor la canícula.Y es que casi nadie llega puntual a los conciertos del Alcázar. La mayoría lo hace una hora antes de que comience a sonar la música.

Porque si cultivar los oídos está bien, tampoco hace daño a nadie cultivar el olfato -los jardines, esta época del año, tienen un olor (y un color) especial- y el gusto... ¿Qué sería de cualquier actividad sevillana, cultural o no, sin una barra donde dar rienda suelta a la pasión por las tapas y los brebajes de cebada?

Con el estómago lleno y el resto de los sentidos a flor de piel es lógico que en cualquier noche del Alcázar se produzcan escenas como la parejita de enamorados que se juran fidelidad eterna en una pérgola o aquel que descubre las posibilidades inmensas de su cámara compacta intentando sacar oro mientras dispara a un caliche que recibe un contraluz especial.

Claro que por allí también hay otros personajes, los gatos, pero éstos, bastante huidizos, esperan a que el concierto comience para comprobar cómo de fructífera ha resultado la pitanza de los visitantes. Unos y otros se benefician de unas jornadas que salvan los platos diariamente de la Delegación de Cultura y que hasta logran hacer feliz al más insospechado...

Dianne Arfurt viene de Mönchen-Gladbach, cerca de Düsseldorf. Terminado el trabalenguas, a su favor hay que decir que su visita a Sevilla la motivó conocer el flamenco de cerca. Y aunque la ciudad que se ha encontrado es mucho más calmada que la que pinta la película Noche y día, sin gigantes y cabezudos, sin gaitas ni sanfermines, también es en este tiempo una urbe sin mucho flamenco. A dos paso de la Bienal, no se le van a pedir peras al olmo, pero Dianne, y su marido, y su hija, y su otra hija se han topado con que hoy sube al escenario Segundo Falcón. Así que entre alegrías, bamberas, tarantos y bulerías, todos contentos. Virgencita, Virgencita que no toquen las Noches del Alcázar, vaya a ser, que un día en vez de guitarras, vihuelas y flautas, aparezcan gafapastas, poppies y demás fauna de dudoso gusto y acaben por espantar a los patos.

DE UTILIDAD

Qué: Las Noches en los Jardines del Alcázar darán cabida a 75 conciertos que finalizarán el 12 de septiembre. La apertura de puertas es a las 21.00 horas, los conciertos a las 22.30 horas.
Cuánto: 4 euros.
Grupos: Quarti Toni, Amineh, Sbo-Zos, Axabeba, Wafir, More Hispano, Mythos, Accademia del Piacere y Zejel son sólo algunos de los grupos que subirán al escenario en las próximas semanas.
Más: Los jardines que a continuación se detallan son los que permanecen abiertos durante las Noches: Jardín del Cenador de la Alcoba, Jardín del Laberinto, Jardín Inglés o Antigua Huerta, Jardín de los Poetas y Jardín del Marqués de Vega-Inclán.  

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