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El Betis seguirá otro año en Segunda salvo milagro

El 1-1 en Salamanca le quita la ventaja que tenía en la lucha por el ascenso. Debe sumar ante el Levante un punto más de los que sume el Hércules en Irún.

el 13 jun 2010 / 21:51 h.

Okonkor dispara en la jugada del empate.

Esta vez no hubo gol en el minuto 94. No ganó el Betis. Y ganó el Hércules. Esta vez no hubo milagro. En Salamanca, ante 8.000 béticos, en el mayor éxodo de una hinchada visitante que quizás se haya visto en muchos años en Segunda, el equipo de Víctor Fernández no hizo lo que debía hacer. Tenía que vencer, pero sólo empató. Tenía que vencer porque sólo así se garantizaba depender de sí mismo en la última jornada. También tenía que vencer porque el triunfo hasta podría haberle dado el ascenso a Primera. Pero falló. En el momento más inoportuno, más dramático y más triste, después de cuatro victorias consecutivas y cuando por fin había vuelto a entrar en la zona de ascenso. Así es el Betis. Empató en Salamanca y ahora no le alcanza sólo con batir al Levante, que encima llegará a Heliópolis como conjunto de Primera, sino que además necesita que el Hércules no gane al Real Unión, que a su vez sólo se salva del descenso con una carambola a cuatro bandas. Total, que el Betis necesita un milagro, otro, el último, para estar en la división de honor de aquí a una semana.

El Betis jamás debería haber llegado a esta situación, igual de agónica que la del año pasado. De hecho, en los veinte primeros minutos del partido del Helmántico debió resolver la penúltima final y a pensar en el Levante. Fue un principio prometedor. Quiso el balón y lo tuvo, mandó y el Salamanca se dejó, e intentó acercarse al área y lo consiguió. Sergio García generó muchos espacios yéndose al interior y por ahí halló su equipo un carril para aproximarse con inusitada facilidad a la media luna del área rival. Luego apareció Nacho. Primero cabeceó un buen centro de Nelson que Biel Ribas despejó con lucimiento incluido (Zamora evitó el gol de Arzu en el consecuente saque de esquina) y después cambió la testa por la zurda, de nuevo con idéntico desenlace: parada del cancerbero.

Asustó el Betis, pero todo se quedó en eso. El ascenso continuaba a un gol de distancia y los jugadores de Víctor Fernández hacían todo lo que debían menos lo importante: marcar. Llegó la final al descanso y la mejor noticia para el Betis es que el Hércules caía con el Rayo y el puntito le servía para seguir dependiendo de sí mismo. La mitad de la buena noticia desapareció en cuanto el encuentro se reanudó. El Hércules había empatado al Rayo. Y como si hubiese una extraña relación causa-efecto, la personalidad del Betis también se diluyó. El balón, de repente, se marchó a las botas de los jugadores del Salamanca. A la mayoría de jugadores verdiblancos comenzaba a necesitar un poco de oxígeno, los huecos se agrandaron y por uno de ellos encontró Quique Martín a Salva Sevilla y Salva Sevilla a Kike. Y es lo que tiene el Betis: en la cita crucial, el destino se le tuerce con un gol en propia meta.

Tras el 1-0, Sergio García ya no aguantó más. Después se marchó Pavone. El Betis perdía, el Hércules achuchaba y Víctor decidía quitar a su único delantero, pero resulta que su sustituto, Odonkor, convirtió su primera internada en el tanto del empate. Gracias a Biel Ribas, que todo hay que decirlo. El ascenso volvía a estar a un golito vista y el Betis, al menos, seguía dependiendo de sí mismo. Pero entonces se les acabó la puntería a los heliopolitanos, Goitia evitó dos goles charros y el Hércules hizo el 2-1. Tragedia. El Betis, roto físicamente y algo peor que roto anímicamente, ya no pudo reaccionar. En la grada, 8.000 béticos callados. El silencio, a veces, dice mucho.

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