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El Cachorro agoniza ya en su nueva Basílica

El arzobispo Asenjo presidió ayer la concurrida ceremonia de consagración del nuevo altar de la primera basílica trianera

el 03 jun 2012 / 18:57 h.

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Alfombra roja a las puertas para recibir al arzobispo. Una fachada recién pintada y hermoseada con flores sobre la que ya lucía, flamante, el nuevo y recargado escudo basilical. Bandeloras con los colores pontificios y los corporativos de la hermandad colgando desde el campanario. Mantillas negras entre las hermanas para realzar la liturgia... Triana entera, y en especial el rincón de la calle Castilla donde el Cachorro expira invariablemente desde hace varias centurias, vivió ayer uno de esos días que quedarán grabados en letras de oro en los anales de las cofradías sevillanas y de la ciudad en general. El prelado hispalense, Juan José Asenjo, presidía la concurrida ceremonia de dedicación del altar de la nueva Basílica Menor del Cachorro, cuarto templo que en Sevilla adquiere este título tras las iglesias de la Macarena, el Gran Poder y María Auxiliadora. Y para un día tan especial, el Crucificado de Ruiz Gijón, lució con potencias y corona de espinas. Debilidad de hermano mayor.


Amenizada por los cantos mozartianos del Coro del Puerto de Santa María, la ceremonia de la consagración del altar, una de las más solemnes de la liturgia católica, se prolongó por espacio de más de dos horas, tiempo durante el cual el arzobispo Asenjo fue desplegando cada uno de los ritos, plagados de simbolismo, del acto de dedicación: rociar el nuevo altar con agua bendita, ungirlo con el santo crisma, quemar sobre él incienso como símbolo de las oraciones que suben al cielo, revestirlo de los manteles apropiados, iluminarlo y adornarlo con flores... De toda esta compleja y singular ceremonia fueron testigos el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, el presidente del Consejo de Cofradías, Adolfo Arenas, y un buen número de hermanos mayores del Viernes Santo y del arrabal trianero, amén de algún rostro conocido, como el de Curro Romero, acompañado en primera fila de su esposa, Carmen Tello.


En una homilía plenamente didáctica y sin papeles, el arzobispo Asenjo se esforzó por explicar a los fieles el simbolismo de la ceremonia de la que eran testigos, centrándose en dos elementos del presbiterio: el ambón, o lugar desde el que se proclama la Palabra de Dios, y el altar del sacrificio eucarístico. El prelado instó a los fieles a "acoger cada noche entre sus manos durante diez minutos" el Nuevo Testamento, "fuente inspiradora de nuestra existencia cristiana" y a crecer cada día en el amor a la Eucaristía, "sustento de nuestras almas que hoy necesitamos más que nunca en los tiempos recios que vivimos, tiempos de increencia, de agnosticismo, de acoso y de persecución por parte de una cultura inmanentista que quiere ver desterrado el nombre de Dios de la vida pública".


Acabada la homilía, y después de la invocación de los santos, el arzobispo colocó bajo el nuevo altar fijo de mármol, a la vista de los fieles que quieran venerarla, la reliquia ex sanguinis del beato Juan Pablo II concedida por la Postulación de la Causa de Beatificación y Canonización del Papa polaco.

 

La liturgia concluyó con la firma por triplicado de las actas que certifican la consagración del nuevo altar, una mesa que combina el mármol de color rojo y verde con la talla en madera y cuyo diseño, alabado por el arzobispo, se debe al arquitecto Jacinto Pérez Elliott, a quien Asenjo emplazó a diseñar un nuevo ambón para la primera basílica trianera "en armonía a la hermosura del altar".

Ya en las postrimerías de la celebración, el arzobispo se dseplazó a la antigua capilla del Patrocinio para bendecir la nueva sede penitencial. Desde ayer una placa recuerda que el pasado 22 de febrero Benedicto XVI confirió el título de Basílica Menor a la iglesia donde el Cachorro agoniza desde hace más de tres siglos.

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