Una familia procede a limpiar y adecentar la tumba de su ser querido, una estampa que se repite en estos días en cualquier rincón del camposanto sevillano. / José Luis Montero El buen tiempo acompañó ayer a los miles de sevillanos que decidieron cumplir con la tradición y visitar a sus seres queridos fallecidos en el camposanto de la ciudad en la festividad de Todos los Santos. La visita al cementerio de San Fernando tenía todos los ingredientes que cualquier gran evento que se produzca en Sevilla. Es decir, importantes atascos para llegar, imposibilidad de encontrar un sitio cercano al sitio al que se dirige uno, multitud de gorrillas (esos que Zoido trata de eliminar a golpe de zona azul), bulla de gente para entrar y, a la salida, bares llenos y los clásicos puestecitos de frutos secos (y alguno de castañas asadas) para quien quisiera calmar el hambre. En los alrededores de San Lázaro se agolpaban, aunque ya llevan algunos días, puestos ambulantes de flores, que hacen la competencia a los que podemos ver durante todo el año y a las floristerías que tienen en el de ayer de sus días fuertes del año. Una paloma otea el horizonte desde lo alto de una sepultura. / José Luis Montero Ramos, coronas, guirnaldas... de claveles, crisantemos y gladiolos eran las especies florales que más adornaban las miles de lápidas y panteones de San Fernando. En ellas se podían ver además, otro tipo de decoración menos habitual como algunos globos, fotos, centros de flores de colores muy llamativos en los que se podía leer el nombre del fallecido... Los familiares caminaban cargados, además de con el pertinente ramo, con todo lo necesario para adecentar las tumbas y nichos de sus difuntos: cubitos, paños, brochas, pintura blanca, escobas, escaleras... y se cruzaban con algún que otro despistado que necesitaba consultar los mapas habilitados en algunas esquinas para poder localizar la sepultura que venían a visitar. En las calles del cementerio se mezclaban mujeres ataviadas de riguroso luto quienes venían con ropa de domingo y los que lucían chándal. Las conversaciones se centraban en recordar a los difuntos, en el buen tiempo de este extraño verano eterno que está siendo el otoño, sobre fútbol (cómo no), y se reencontraban familiares y amigos en torno a las tumbas del camposanto. En algunos panteones y nichos se reunieron extensos grupos de familias que sentados en sillas charlaban y rezaban por el alma de sus familiares, muchos de ellos se ayudaron de algún que otro paraguas para soportar el sol de mediodía sevillano. Los niños acompañaban también a los padres y aprovechaban la estructura ajardinada del camposanto de Sevilla para jugar con sus trompos mientras los mayores se centraban en hacer cola para coger agua en las fuentes para afanarse en la limpieza. También en la zona no consagrada, eran muchos los familiares que aprovecharon la jornada para visitar a sus difuntos. Más tarde, cuando se aproximaba el mediodía y apretaba el hambre y el calor, las calles laterales se llenaban restos de flores antiguas, (algunas de ellas se renuevan tan sólo de año en año), plásticos, charcos, pilas de cubos en las fuentes, escaleras en las puertas y cubos (y cubas de obras colocadas para la ocasión) hasta arriba de restos de las flores desechadas, jarrones y basura que se acumulaba en las lápidas hasta el día de ayer. Y las colas y atascos eran entonces para salir de San Lázaro. Para algunos no tocará volver hasta el año que viene. Misa y concierto. El cementerio de San Fernando, que durante estos días es además un poco más flexible con sus horarios y ambas puertas se abren hasta las 17.30 horas, acogerá en la mañana de hoy una misa oficiada por el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo. La eucaristía comenzará a las 9.00 horas en la glorieta del Cristo de las Mieles, obra de Antonio Susillo; lugar que a las 11.00 horas será también el escenario de un concierto de la Banda Municipal, que por primera vez se suma con este acto a la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos.