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El fuego hermana a la Expo con los Juegos Olímpicos

La antorcha olímpica llega a Sevilla y recorre las calles de la muestra de la mano de Emilio Cassinello y Curro. A la carismática mascota el viento le jugó una mala pasada, apagando el fuego de la llama griega.

el 14 jul 2012 / 20:02 h.

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Curro y la mascota de las Olimpiadas de Barcelona, Cobi, posan juntas.

La celebración de la Exposición Universal en Sevilla coincidió con otra gran cita, ésta deportiva, que tuvo lugar en Barcelona. Allí se celebraban los Juegos Olímpicos, y la antorcha, que recorrió varias ciudades españolas, hizo también escala por las calles de la muestra. Y qué mejor portador que su comisario general, Emilio Cassinello, que levantó gran expectación y revuelo cuando apareció con un chándal blanco, impecable, pero lejos del traje de chaqueta oscuro que vistió durante todos los días de la muestra. Cassinello y el remero sevillano Fernando Climent prendieron el pebetero instalado frente al Pabellón Olímpico y que estaría encendido hasta la finalización de los Juegos. Un acto que consiguió hermanar con la llama olímpica a las dos ciudades españolas.

Tras encender el pebetero, la antorcha, con la llama olímpica que prendió fuego en Atenas, siguió su camino hacia el pabellón de Cataluña y el de España, donde esperaba ansioso Curro, quien tuvo que hacer frente a serias dificultades para recogerla debido al riesgo real de quemarse. Tras hacerse con ella, se montó en un catamarán con 25 niños, y en el trayecto ocurrió lo más inesperado: el viento apagó la llama que relucía en la antorcha, aunque fue rápidamente sustituida por una de las dos de reserva que llevaban los organizadores. Fuego "sustituto" pero griego, a pesar de los malpensados, que decían que se había encendido con un mechero sevillano.

Futuro. Al margen del fuego, mientras la Expo 92 estaba en pleno apogeo continuaban los debates sobre su futuro. El director general de Proyectos y Construcción de la Expo, Ginés Aparicio, explicaba entonces que todos los países cuyos pabellones no se habían construido con carácter permanente debían presentar a la organizadora un proyecto de demolición antes del 16 de septiembre, que a su vez debía ejecutarse entre el 12 de octubre y el 31 de marzo. Así, aseguraba que los pabellones efímeros que pudieran salvarse no deberían hacerlo sólo por su valor arquitectónico, sino porque además contaran con un proyecto de futuro viable, ya que no tenía sentido mantener edificios cerrados. Además, anunciaba que se suprimirían la práctica totalidad de las pérgolas que sostenían flores y vegetación y casi todas las 120 fuentes que existían en el recinto, que serían reconvertidas en parterres o pavimentos. Sí que hizo una gran defensa de la esfera bioclimática, el conocido Bioclima, uno de los símbolos de la Expo que aún hoy, 20 años después sigue en pie, aunque no en funcionamiento.

Una de las grandes propuestas era la creación de un carril bici en todo el recinto. Se anunciaba entonces la supresión del monorraíl, por su difícil reutilización futura, aunque, como decía, el telecabina podría seguir funcionando como acceso futuro al parque lúdico y a la zona del parque tecnológico, cosa que después no ocurrió.

Aparicio apoyaba la idea de que el recinto se reutilizara como un parque temático, además del tecnológico inicialmente previsto, porque éste último "no acabaría de llenarse nunca". Toda una serie de ideas y proyectos futuros, que 20 años después están materializadas en una Isla de la Cartuja con universidades y empresas de todo tipo.

Al margen de estos debates, el mundo seguía mostrándose en la Expo, y países muy cercanos a España celebraban en esta época sus días de honor. Fue el caso de Argentina, el paraíso de los emigrantes de la posguerra española e italiana, que celebró su día nacional con sabor a tango y nostalgia, recordando tiempos pasados de una cooperación migratoria. Aparte de numerosas autoridades del país argentino, una de las más laureadas fue Imperio Argentina.

Marruecos fue otro de los grandes protagonistas de la semana, que ya de por sí lo era, gracias a la enorme admiración que causaban las formas arquitectónicas de su pabellón. Banderas nacionales, retratos del monarca alauí, pétalos de rosas y vivas en las voces de los marroquíes que se desplazaron hasta la Cartuja consiguieron atraer la mirada curiosa de los visitantes al recinto. Eran pocos, pero llamaron la atención: algunos vestidos de forma occidental, y otros con chilabas y gorros turcos, que portaban banderas y retratos del monarca. Sin embargo no todo fueron pétalos de rosa para el príncipe, ya que a las puertas del Palenque se concentraron una docena de personas ataviadas con camisetas en las que se podía ver impresa la bandera del Frente Polisario, que gritaron con fuerza frases como "Polisario vencerá" y "Sáhara libertad".

También Unicef celebraba su día de honor, presidido por la Reina, en el que se recordó que 40.000 niños mueren diariamente, uno por segundo, sin que nadie los vea. Los máximos dirigentes de la organización se dieron cita en Sevilla en una jornada en la que los más pequeños fueron los principales protagonistas del día. El acto principal tuvo lugar en el Palenque, donde subieron al escenario cinco niños de diferentes razas, pero con genuino acento español, para dar lectura a un emotivo mensaje en el que abogaban por la paz, el amor, la esperanza y la alegría en todos los rincones de la tierra. Un acto simbólico, la suelta de un centenar de palomas, sirvió para poner fin a la jornada de la organización internacional.

Pero los actos traspasaban las barreras de la Isla de la Cartuja. Francia preparó quizás uno de los más llamativos, y la Plaza de de toros de la Maestranza fue testigo de un espectáculo único, nunca visto antes en Sevilla: la Gala de la Moda Francesa. El país vecino trajo a los mejores modistas que han dado nombre a la moda del país galo, rindiendo homenaje así a Sevilla. En la cita estuvieron presentes 18 grandes de la costura del país vecino, que mostraron sus creaciones con fuerte inspiración española.
Pero la crisis, que también la había en el 92 y no solo es propiedad de los tiempos actuales, provocó menos visitas de las esperadas inicialmente. El número de personas que se acercaron a la Isla de la Cartuja durante los primeros diez días de julio se situaban, al igual que ocurrió durante el mes de junio, por debajo de las estimaciones de la Sociedad Estatal, que contemplaba un promedio global diario de 295.660 personas.

Pese a que los sondeos revelaban que el grado de deseo de visitar la Expo era muy alto, la sensación de incertidumbre provocada por la crisis económica y los mensajes alarmistas influyeron en la importante reducción en el número de visitas. Cualquiera diría que vivimos un fiel reflejo de aquello.

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