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El ministro tuit

El titular de Educación cierra una semana negra enfrentado a alumnos, maestros, rectores y familias.

el 27 may 2012 / 18:09 h.

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Antes de que Mariano Rajoy le nombrara ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert (Madrid, 1950), sabía prácticamente de todo. Sabía, por ejemplo, qué debería haber hecho Arbeloa para no fallar ese gol: "Demasiado sufrimiento por despistes defensivos. No entiendo el cambio de Arbeloa. Albiol lo ha pasado peor". Sabía por qué se estaba deteriorando la política italiana: "Muy fuerte lo de Italia. ¿Democracia sin políticos? Experimento en vivo de consecuencias inimaginables. Como para dar ejemplo". También sabía qué falla en Bruselas y por qué la UE no funciona con una sola voz. Pero, ¿quién no lo sabe? Wert conocía "la verdad del conflicto de Oriente Medio" y por qué Almodóvar tiene más éxito en el extranjero que en España y por qué "Barcelona es más cosmopolita que Madrid". Incluso sabía que "Adele es la continuación natural de Amy Winehouse" y que "lo importante de los artistas de la Transición, como Serrat, es la calidad de sus trabajos, no sus ideas políticas".

Antes de ser ministro, José Ignacio Wert era un intelectual "de derechas", asiduo a las tertulias de radio y televisión, fanático de la retórica, las metáforas, las sinécdoques, las perífrasis y los juegos de palabras. Le gustaba embellecer las explicaciones, los argumentos, las opiniones. Y tenía opiniones de todo. "Estudié Derecho y Política. Presidí Demoscopia. Hasta hace poco me dedicaba a la consultoría y a opinar en los medios", dice en su perfil de Twitter. Aún tiene opiniones, y eso trae de cabeza a la comunidad educativa, a su Gobierno y a la oposición. "Wert es el ejemplo palpable de lo que ocurre cuando pones a un tertuliano a solucionar problemas de los que antes solía hablar cómodamente. Cada vez que dice: esto podría ser así o yo lo haría asá, todos los profesores del país se quedan petrificados y se preguntan: ¿pero qué diablos está diciendo?", comenta uno de sus adversarios en el Congreso.

De niño Wert estudió en Madrid, en un colegio marianista, el mismo en el que estudiaron Aznar y Rubalcaba. Era un colegio privado, pero no sería honesto echárselo en cara al ministro de Educación. Su familia era de buena cuna y podía permitirse pagarle una educación notable. Además, en el tardofranquismo la educación pública no era lo que es hoy, apenas un 15% llegaba al Bachillerato. Era más bien una escuela para los que no podían pagar la educación de sus hijos, que mayoritariamente era privada y católica. Lo que sí le reprochan ahora al ministro es que esté permitiendo la asfixia del sistema escolar público a fuerza de masificar las aulas, reducir el número de profesores, elevar las tasas universitarias, aumentar el umbral para obtener una beca de estudios y crear un itinerario para los que van a la Universidad y otro para los de FP.

Wert está perplejo. Parece no entender cómo se ha convertido en el ministro peor valorado del Gobierno. Es más, ¿cómo ha acabado esta semana enfrentado a todo el mundo? A miles de profesores, estudiantes y padres que se han manifestado contra los recortes educativos, desde las guarderías a la Universidad. A todos los sindicatos de enseñanza. A los 75 rectores de España, que le han dado un plantón sin precedentes por haberles convocado para hablar de la Universidad sin abordar el recorte que sufrirá la Universidad.

Wert se siente cómodo opinando y se gusta cuando le salen juegos de palabras ingeniosos. Pero ahora cada vez que abre la boca desencadena tormentas de críticas y todo el mundo hace juegos de palabras con su apellido: #wertgüenza. ¿Por qué la comunidad educativa le echa en cara los recortes de su departamento, ¡que ni siquiera ha decidido él!? Cuando ha dicho que los alumnos no aprueban porque no estudian, la gente le ha gritado. Cuando ha dicho que los profesores no se esfuerzan lo suficiente, le han gritado. Cuando comentó que las familias se quejan de la subida de tasas universitarias, pero dedican su dinero a cosas menos importantes, ¡la gente le ha gritado!

A los rectores les ha molestado que cifrara a la baja el número de universidades de otro país para, acto seguido, denunciar que en España hay demasiadas. En el mundo de la cultura desató un tsunami al decir que los músicos debían acostumbrarse a cobrar menos. La gente le ha gritado incluso cuando llevaba sus mensajes escritos y consensuados con el PP: "El sistema educativo andaluz no puede ser ejemplo de nadie" o cuando cambió los temarios de oposiciones cuatro meses antes del examen: "Dudo que hubieran empezado a estudiar tan pronto". ¿Por qué le llaman "incendiario"? Y, lo que es peor, ¿por qué le llaman "inculto" e "indocumentado"?

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