Planean durante horas. No desfallecen en su objetivo. Para el ser humano que los contemple su presencia puede resultar incómoda. Durante años la sociedad ha forjado una imagen contradictoria de este animal. Ha llegado incluso a extrapolarse su modus operandi a los extremos más oscuros del hombre. Para cambiar la visión que sobre él tenemos, es necesario que modifiquemos la forma de mirarlo, y así lleguemos a ser consciente de que su presencia no ha de causar incomodidad, sino todo lo contrario, beneficio. Gracias a su acción, la naturaleza se ve desprovista de cadáveres de animales y de las posibles infecciones que de ellos se desprendan. La función del buitre dentro del ecosistema, como puede verse, es de vital importancia. Momento de la suelta de una de las aves. / Íñigo Fajardo Una de las especies de este animal, concretamente el buitre negro (aegypius monachus), surca a sus anchas el cielo de la Sierra Norte de Sevilla. Habitante de excepción del parque natural sierra norte, tiene en Alanís una de las más importantes colonias de buitre negro de la península. A pesar de ser de reciente creación, es una de las que más ha crecido en los últimos años. Las razones las explica Javier Salcedo, técnico del departamento de geodiversidad y biodiversidad de la delegación territorial de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente. Según Salcedo, una de las principales causas del asentamiento de este animal en la comarca es la amplitud de las fincas y la tranquilidad en ellas reinante. Ello, unido a las posibilidades de alimentación constituye un hábitat idóneo para el buitre negro. A pesar de ser de la misma familia, es necesario diferenciar a este tipo de buitres de su inmediato pariente, el buitre leonado. Para empezar, este espécimen es de una envergadura mayor, su plumaje es distinto y su alimentación, en parte, también. El buitre negro sobrevuela a menos altura que el leonado y ello se debe principalmente a su preferencia por animales pequeños como el conejo. En sus formas también es más refinado, pues a pesar de ser un ave carroñera, es más exquisito en sus gustos y desprecia parte de sus presas como pueden ser las vísceras. Otra diferencia, añade Salcedo, estriba en la convivencia, ya que el buitre negro suele habitar en grandes concentraciones de la misma especie, ubicando su nido en encinas y no en territorios rocosos como lo suele hacer el leonado. Un instante del duelo entre estas aves carroñeras. / Santiago Aranda Especialmente singular es su reproducción. Tal y como explica Javier «pasan gran parte del año en tareas de reproducción». A pesar de poner tan solo un huevo, normalmente en el mes de marzo, la tarea de incubación se reparte a partes iguales entre el macho y la hembra. Después de dos meses, el huevo se rompe y el pollo permanece hasta cuatro meses y medio en el nido. Una vez pasado ese tiempo la independencia no es total y no suele sobrevolar muy lejos del nido. La procreación suele empezar a los cuatro o cinco años, de ahí la longevidad de este animal que, según Salcedo, en libertad puede alcanzar los veinticinco años. Si bien la reproducción les ocupa parte del año, lo usual es verlo sobrevolar en los meses de verano. La razón, es bien lógica, explica Salcedo: «durante estos meses hay una mayor mortandad de conejos a causa de enfermedades como la mixomatosis, por lo que es frecuente verlos planear. Se pueden pasar horas y horas hasta que consiguen su objetivo». Dicho vuelo, a veces, es tan bajo que puede pasar cerca del humano, y es que según Salcedo, respetando siempre una cierta distancia, este animal se ha acostumbrado a la presencia humana y viceversa. Ahí precisamente radica una de las primeras acciones que se llevan a cabo para preservar el hábitat de la especie, la concienciación. «Muchos propietarios pueden pensar que tener una especie protegida en su finca les va a acarrear problemas. Sin embargo es todo lo contrario es un beneficio además de un prestigio», asegura Salcedo. Para con estos propietarios existen convenios de fauna que aseguran la integridad del animal y escaso perjuicio de la finca. Otra de las medidas llevadas a cabo por parte del departamento es el seguimiento anual de las colonias, así como el afianzamiento de nidos. «Lo que no se hace es la alimentación suplementaria», añade Salcedo. De igual manera, la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía cuenta con programas para la erradicación de cebos envenenados, con unos resultados, señala Javier, bastante positivos. Y es que, históricamente estos habían sido una de las principales causas de mortandad del buitre negro. Actualmente, si bien no es una especie en extinción, si que se encuentra recogida en la categoría de especie vulnerable. «Todavía hay capacidad para que la colonia de la sierra norte siga creciendo», asegura Salcedo, «así lo ideal sería que saliera de la categoría de especie vulnerable». Según el censo de la consejería de medio ambiente, tan solo en la colonia de Alanís, son 90 las parejas de buitre negro, un tercio del total de las de la península. Lejos quedaron los mitos, las falsas creencias de que este animal dañaba el aprovechamiento cinegético y ganadero de las fincas. El Aegypius monachus surca el cielo con más fuerza que nunca. Los jóvenes exploran, los adultos procrean y mientras la naturaleza sigue su curso.