Cuando alguien se mete tanto al público en el bolsillo parece concedernos el privilegio de considerarla como de la familia, de ahí que me permita invocar a esta excelente mezzo lírica norteamericana por su diminutivo, tras la cita tan especial que nos brindó anoche en el Maestranza.
Brillantemente acompañada por el quinteto Opus Five, liderado por el inspiradísimo violín de Sebastian Hamann, la mezzo nos demostró que conserva la extraordinaria agilidad en la coloratura que tanta fama le ha dado como intérprete rossiniana. De esta forma triunfó tanto en las dos arias de Händel que se incluyen en uno de sus más celebrados registros discográficos, como en la escena final de La Cenerentola del maestro de Pésaro. Menos lograda, por demasiado teatral y temperamental, resultó el aria de contralto de La Pasión según San Mateo. De Bach Opus Five mimó una selección de El arte de la fuga interpretada con tanto sentido de la sobriedad como de la religiosidad.
Una escena de Hänsel y Gretel iluminada sólo por una vela y una divertidísima Canción gitana de Carmen con recreación incluida del ambiente de la taberna de Lillas Pastia, potenciaron el carácter de espectáculo integral de la velada. La mezzo exhibió buen gusto musical y una enorme potencia vocal aderezada con una excelente presencia escénica, simpatía, belleza física y un sentido cómico tan notable que haría palidecer a la mismísima Carol Burnett.
Un programa variado y popular, completado con El vito y una opereta de Victor Herbert, abordada de la mejor manera posible para atraer a todo tipo de público.
