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Emociones en el vacío

el 18 jun 2010 / 17:53 h.

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¿Es consciente realmente el mundo de la cultura española del milagro que obra cada temporada musicadhoy ? En un país en el que la creación sonora de vanguardia siempre ha sido (y continua siendo fuera de Madrid) una rara avis, un temario que nadie quiere asumir, que una iniciativa tan personal como la que mantiene viva su mentor y casi mecenas Xavier Güell esté a punto de celebrar sus primeros 15 años de vida es toda una lección de compromiso y de pasión por difundir, por irradiar, por contagiar el entusiasmo por esa inmensa aventura que es la música culta de nuestro tiempo.

Por obra y empeño de Güell y su equipo han tenido lugar acontecimientos absolutamente históricos. Ciñéndonos a la escena y dejando aparte una interminable e importante nómina de conciertos instrumentales, en España se han estrenado títulos como Prometeo (Luigi Nono), La Passion según Sade (Sylvano Bussotti), Murmullos del páramo (Julio Estrada), Aura (José María Sánchez-Verdú), Das Mädchen mit den Schwefelhölzern (Helmuth Lachenmann) y a nivel de conciertos sinfónicos y de cámara, un ramillete que va de la integral cuartétistica de Scelsi y Lachenmann a conciertos orquestales con sus obras.

En definitiva y antes de que el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (CDMC) decidiera de una vez tomar las riendas de su proyecto -algo a lo que ha ayudado mucho su actual director, Jorge Fernández Guerra, y su moderna ubicación, el Auditorio 400 del MNCARS-, musicadhoy decidió que era el momento de permitir al oyente inquieto acceder a buena parte de la música escrita en la segunda mitad del siglo XX.

El último asombro al que ha dado luz Güell ha sido la puesta en escena de Neither, ópera o antiópera, monodrama o artefacto escénico de Morton Feldman que se ofreció los días 10 y 12 de junio en el madrileño Teatro de la Zarzuela. El director Peter Mussbach tenía por delante el reto de dar vida a un relato que carece de ella en términos dramatúrgicos, pues un único poema de Samuel Beckett sirve de base al antirelato que tejieron Feldman y el escritor irlandés.

A los pocos minutos de comenzar la música en un Teatro de la Zarzuela semivacío -no tanto por dejadez del público como por la necesidad de permitir el acceso únicamente a unas 300 personas por función- el pellizco de emoción se convirtió en pasmo. Mussbach prescinde de cualquier recurso narrativo y elimina la presencia física de la soprano. De este modo Pilar Jurado se ubicó en el foso, junto a la estupenda Orquesta de RTVE. En escena, un filtro, un espacio desnudo, humo, luces, sombras... "To and from in shadow from inner to outer shadow" (De un lado a otro en la sombra del interior al exterior de la sombra),  reza el texto.

A ratos trabajo de videoarte (en la estela del filme One11, con música de John Cage y desarrollo visual de Henning Lohner), a ratos instalación sonora. ¿Prescinde entonces Mussbach de los resortes dramáticos de la música? En absoluto, antes al contrario éstos acaban quintaesenciados. Casi podría decirse que esta visión de Neither se vuelca hacia el lado más tenebroso de la música, algo que también potenció el maestro Kwame Ryan (autor de una excelente versión discográfica en Col Legno) y que tuvo su correlato en la ejecución de los músicos, implicados al máximo y capaces de dar con el tono apesadumbrado y mórbido que piden ciertos pasajes. A este respecto la intervención de los percusionistas fue decisiva, rubricaron el sonido Feldman, cada aporte suyo era recibido en la escucha con verdadero alborozo. [¿Cuando los próceres de RTVE se darán cuenta que la obligación de una orquesta como éste ha de ser, como bien se entiende en el resto de Europa, la difusión de la nueva música y no la reiteración de los lugares comunes del repertorio romántico]

La decisión de ubicar al público en las últimas filas del patio de butacas sirvió además para aumentar la sensación de extrañeza ante lo que se nos ofrecía pues repentinamente las 15 primeras filas de butacas vacías se convertían en parte indisoluble de la escenografía.

Justamente para invertir la percepción de distanciamiento, Mussbach nos permitió volver a disfrutar tras el intermedio de un segundo pase. En esta ocasión situándonos en el mismo escenario. Ahora sí, la sensación de formar parte de una instalación era plena. A nivel perceptivo el experimento funcionó ejemplarmente haciéndonos disfrutar de un hermoso Teatro de la Zarzuela completamente vacío, convirtiéndonos en protagonistas callados de una representación aún más inquietante que en la primera parte.

Las luces proyectadas sobre las galerías, el humo que invadía todo el escenario y la lluvia de confeti final duplicaban aún más el carácter de experiencia orgánica a la que se somete al público. Acaso por el alto número de estímulos concentrados en esta segunda exposición de la obra de Feldman/Mussbach, a nivel musical nos quedamos con la primera versión. Un trabajo minimal y conceptual, una proposición de un radicalismo artístico absolutamente aplastante, una lección de cómo la emoción puede prender desde el vacío.

Otra lección la dieron los músicos, ocultos en el foso y decididos a no romper el extraño ritual con un saludo al uso. Ni tan siquiera al final se hicieron visibles. Los aplausos, como contagiados por las dos horas de parquedad feldmaniana, fueron concentrados y breves. Nadie rompio el ambiente con un bravo decimonónico. Merecieron una tonelada, ellos y quienes hacen posible este ciclo genial.

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