Una de la facetas más interesantes de la Orquesta Barroca de Sevilla y que seguramente le reportó muchas papeletas para lograr ese merecido Premio Nacional de Música, es su labor de recuperación del patrimonio musical español del período, que al margen de Boccherini y Scarlatti, italianos afincados en Madrid, apenas ha tenido relevancia ni divulgación. Con un programa casi idéntico al presentado el pasado noviembre en el Festival de Música Española de Cádiz, los solistas de la orquesta repasaron, una vez más brevemente, el trabajo de algunos destacados compositores de la época, con resultados discretos tanto en la calidad de las piezas como en su ejecución.Los hermanos Pla fueron autores de más de treinta sonatas para trío de violín y dos flautas, de las cuales las seis publicadas en Londres son quizás las más importantes. De ellas el conjunto ofreció dos que evidenciaron su carácter amable y juguetón, si bien la nº 2 lució destemplada y parsimoniosa, por momentos desafinada, con falta de claridad y diálogo entre un violín abigarrado y un violonchelo desentonado. Inconvenientes que se esfumaron al final del concierto con el Triosonata nº 3, mejor conjugado y con mayores dosis de lirismo por parte de Alexis Aguado, que por fin encontró el tono justo y equilibrado. Un toque que le faltó en la muy interesante Sonata VI del compositor de la Corte de Fernando VI Francisco Manalt, cuyo único legado para el violín se encuentra archivado en la Biblioteca Nacional; su ánimo doliente y apesadumbrado encontró sólo un reflejo parcial más en la parte del chelo que en el violín, que aún no había encontrado la dosis de lirismo necesaria.Del compositor italiano afincado en la Corte de Felipe V, Giacomo Facco, se ofreció una pieza para dos violonchelos reducidos a un solo de Mercedes Ruiz apoyado en el bajo de Ventura Rico, donde por fin comulgamos con el prodigioso fraseo de la intérprete. De la misma forma que Guillermo Peñalver salvó con holgura la dificilísima pieza concebida por Manuel Cavazza para examen de aspirantes a la Real Capilla, aunque puntualmente tropezara con algunos inconvenientes de fiato y cambio de registro, su aportación a las piezas de los Pla se saldó con agilidad y generosa amabilidad. Alejandro Casal al clave mantuvo en todo momento el tono justo y digno.
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