Cultura

Ex banquero, ex recluso, editor

El ex banquero Mario Conde protagonizó ayer un singular acto en la Cárcel Provincial de Sevilla, adonde acudió para participar en la donación de libros que la Escuela Andaluza de Escritores organizó por segundo año consecutivo con personalidades relacionadas con el mundo penitenciario. Foto: José Manuel Cabello

el 15 sep 2009 / 21:32 h.

El ex banquero Mario Conde protagonizó ayer un singular acto en la Cárcel Provincial de Sevilla, adonde acudió para participar en la donación de libros que la Escuela Andaluza de Escritores organizó por segundo año consecutivo con personalidades relacionadas con el mundo penitenciario.

Si el año pasado le tocó a Eleuterio Sánchez, El Lute, leyenda de la evasión y hoy escritor de éxito, esta vez era el turno del controvertido ex banquero, que actualmente impulsa una pequeña editorial, Séneca, y publica sus propios libros, como Derecho penitenciario vivido, Royono y Liguria o La palabra y el Tao.

Puesto en pie y micro en mano, Conde se dirigió a unos 200 reclusos de ambos sexos para explicar su presencia allí. "Cuando mi secretaria me preguntó si quería venir a la cárcel de Sevilla, le dije que ya había tenido bastante con Alcalá-Meco", bromeó. "Pero venir a hablar de libros tiene un sentido. En prisión, en los 14 años de vida penitenciaria que he vivido, habré leído 300, 400, 500 libros. Aprendí, me formé con ellos, me sirvieron de mucho".

El que fuera responsable de Banesto, uno de los hombres más poderosos de España y durante años el molde del éxito empresarial y social del país, apeló a la experiencia común para conectar con su excepcional auditorio. Negó haber gozado del menor privilegio e hizo gala de su conocimiento de la jerga taleguera, asegurando que " yo era el primero que se levantaba, a las siete de la mañana preparaba el desayuno para los que se iban de diligencias, y cuando había cunda [traslado de presos] me quedaba hasta las diez de la noche", dijo, para añadir que "no soy distinto a vosotros. Para mí pasar por la cárcel no ha sido ningún deshonor, todo lo contrario".

Incluso se reencontró con Andrés, un muchacho que había cumplido condena con él en Alcalá-Meco, y le dijo que "yo no era el banco cuando estaba en un banco, ni era ingresos cuando estaba en la cárcel. Yo soy una persona humana".

Sermón. Sin embargo, la beatitud y la cercanía que Conde exhibió durante su intervención no calaron del todo. Las preguntas de los presos fueron volviéndose más incómodas, hasta que uno le dijo: "Ha sido usted banquero, ahora es editor, ¿su próximo logro será corregirnos?". "No tengo ningún interés en sermonearte", respondió endureciendo el gesto. "O te corriges tú a ti mismo, o no te corregirá nadie. Afuera la cosa está complicada, pero hay esperanza".

Y el remate fue cuando un último recluso preguntó dónde había metido tanto dinero. Ahí Conde forzó una sonrisa y subió el tono de voz para decir "¡en el módulo tes, entrando a mano izquierda!" antes de dar por concluido el acto de un modo un tanto abrupto. Más tarde, alegaría que una llamada inesperada le obligaba a partir cuanto antes hacia Madrid, aunque no se vio que recibiera comunicación alguna al respecto. "Déjame el traje para ir a juicio" fue lo último que oyó de uno de los oyentes.

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