2º concierto de la sinfónica***2º concierto de abono de la XXIV temporada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Director: György Ráth. Piano: Óscar Martín. Programa: Scherzo à la russe, de Stravinski; Concierto Fantástico Op.78, de Albéniz; Sinfonía nº 6 Patética Op.74, de Chaikovski. Jueves 2 de octubre de 2014Firme candidato a ser el nuevo director musical de la Sinfónica, y elegido por los maestros como aquél con el que guardan mejor sintonía, György Ráth volvió a ponerse frente a la formación por segundo año consecutivo tras un largo paréntesis desde que la frecuentara al principio de su andadura. La comparecencia añadía por lo tanto un lógico morbo que se saldó de forma no muy satisfactoria. Aunque su versatilidad es manifiesta, la suya es una batuta acaso demasiado refinada, incluso meliflua, quedándose corta en ímpetu y expresividad, a pesar de extraer de la orquesta un sonido compacto, especialmente en los metales, y extremadamente sedoso.Dos caras de una misma moneda que se pusieron de manifiesto ya con la simpática página del Stravinski americano. Escrita para orquesta de jazz en 1944 y orquestada para sinfónica un año después, Scherzo à la russe toma su título de una pieza para piano de Chaikovski. Su carácter desenfadado e impetuoso quedó descafeinado en manos de Ráth, que prefirió una lectura matizada y paladeada que acusó a su pesar un evidente desequilibrio en los planos sonoros y falta de contraste entre la parte principal y el pausado trío.Óscar Martín salvó con éxito el enmarañado virtuosismo del insólito Concierto Fantástico de Albéniz. Decididamente postromántica y tradicional, con influencias chopinianas y hasta wagnerianas, la pieza ofreció a Martín ocasiones para el lucimiento, y él las aprovechó con una técnica impecable y un marcado y muy controlado sentido del ritmo, si bien echamos en falta algo más de intensidad emocional. Ráth lo arropó con respeto y profesionalidad, y en la propina, Mallorca de la Suite Española de Albéniz, el pianista sevillano alcanzó un nivel poético exquisito.Mil veces programada, la Patética de Chaikovski deambuló por la misma senda que el resto del programa, con claridad expositiva, un control medido y absoluto de la batuta y un sonido brillante y sedoso, pero con poca intensidad dramática y capacidad para conmover, como se pudo constatar en un atropellado allegro con grazia con más ingenuidad que ensoñación. Sólo en el adagio lamentoso final hizo presencia por fin el apasionamiento al que hace referencia esta memorable partitura. Dos propinas, las fiesteras Danzas Húngaras 6 y 5 de Brahms, coronaron una cita en la que el director pareció empezar a tomarle el gusto a un puesto aún vacante.