María Ramos posa en su taller, plagado de tejidos de primera calidad para elaborar sus vestidos de novia. estefanía gonzález (atese)María Ramos (Sevilla, 1963) tiene un taller que sería la envidia de muchos diseñadores. Esta empresaria comenzó su andadura hace más de 20 años cuando el éxito de su primer vestido de novia la lanzó a montar su negocio. Desde entonces, dirige un taller que ha rescatado la forma de trabajar de las modistas antiguas, de cortes sencillos y terminaciones impecables, un modo de hacer las cosas que defiende con fuerza. Su apuesta por la tradición le viene como anillo al dedo a una ciudad como Sevilla.

-¿Recuerda cuándo hizo su primer vestido de novia?

-Soy patronista industrial y, tras seis años dedicada a ello, le hice mi primer vestido de novia a mi cuñada en Madrid. Fue en 1989. Entonces me planteé que si le gustaba a la gente montaría mi propio taller en Sevilla. Desde entonces me he dedicado a ello. Además, reparo y rescato prendas antiguas, como las camisitas llamadas Dios te bendiga. Cosas que voy leyendo y otras antiguas que la gente cree que ya no se hacen. Todo eso pueden encontrarlo en mi taller y cuando se pasan por primera vez por aquí les resulta todo un descubrimiento. Por ejemplo, últimamente le he cambiado la tela a un batón de más de un siglo. Eso no hay casi nadie que lo haga y, además, bien.

-¿Cómo sobrevive un negocio tradicional como el suyo?

-Con mucho esfuerzo y teniendo las cosas muy claras porque nunca sopla buen viento para un capitán sin rumbo. Tengo que decir no a muchas cosas. Es difícil además tener a gente trabajando contigo porque no es lo mismo ser empleado en El Corte Inglés que en un taller como el mío. No se puede asegurar el empleo de por vida y no podemos competir del mismo modo.

-¿Quedan muchos talleres como éste en Sevilla?

-Hay poquitos, lo que sucede es que me he especializado en cosas muy concretas, como los mantos de novia cosidos a mano y los abanicos a juego. Se sobrevive a trancas y barrancas.

-¿Cómo lleva la crisis?

-Nos afecta porque competimos con los vestidos de novia que ofrecen las firmas conocidas del sector y que proceden de China, por lo que son más baratos. Yo capto clientela con calidad y servicio. Le doy mucho valor añadido a mis prendas.

-¿En qué lo ha notado más?

-Ha bajado el nivel de pedidos, y aquí volvemos al problema de los trabajadores porque tienes que hacer contratos fijos y sin embargo no sabes el volumen de trabajo que vas a tener. Además, reconozco que he tenido mala experiencia con empleados, porque he hecho a gente fija que luego se ha relajado y ha empezado a coser mal. Hay que entender que esto es un estilo de vida, como un hijo, y duele ver que otras personas no le den la importancia que tiene. Muchas veces te encuentras con personal que reclaman muchos derechos pero que asumen pocas obligaciones.

-¿Es complicado encontrar a gente que logre desempeñar el trabajo artesanal que requiere su taller?

-Es muy difícil encontrar a gente que sepa y que además esté dispuesta a implicarse al cien por cien en el negocio. En general, se valora poco la costura como oficio y sin embargo es una profesión muy compleja. Hay muchos diseñadores que se vanaglorian de no haber cosido un botón en la vida y eso es una tontería. Yo estoy muy contenta de poder empezar y terminar un traje sola. Lo puedo hacer todo en el proceso. Hay gente que piensa que la costura es una artesanía menor, la ven de segunda categoría.

-¿Hasta dónde llegan sus vestidos?

-He hecho uno hace poco para una novia de Valencia y también viene mucha gente de Extremadura y de otras provincias de Andalucía, aunque la mayoría de las clientas proceden de Sevilla y provincia.

-¿Cómo se da a conocer?

-Mi negocio funciona gracias al boca a boca. La gente habla mucho de internet, pero si alguien tiene una buena experiencia la difunde. Siempre digo en este sentido que prefiero ser reconocida a conocida. Quiero que la gente recuerde con cariño mi taller. Las empresas necesitan más piel y menos papel.

-¿Qué trabajo recuerda con más cariño?

-Muchos, sobre todo cuando me llaman madres e hijas para agradecerme el trabajo realizado. Me gusta cuando la gente se emociona al probarse un traje mío. No trabajo con mucha gente conocida porque es la que peor paga. Sí he trabajado con algunos diseñadores como Lorenzo Caprile, a quien he vendido mantos de novia, y Petro Valverde, que me compra abanicos. Mi clientela habitual la componen mujeres normales que quieren verse y sentirse especiales en un día especial. El día a día con novias así es lo que realmente me gusta.

-¿No tiene problemas de retraso de pagos?

-No he subido los precios en los últimos años y mantengo la calidad y eso hace que la gente pague a tiempo. Además, voy poco a poco. No compro más tela de la que puedo pagar porque no me quiero embarcar en deudas que luego no pueda afrontar. Muchos jóvenes se meten en berenjenales de los que después es muy difícil salir, de ahí la importancia de trabajar primero en algún sitio y ver cómo se hacen las cosas. La experiencia es fundamental en este sector, lo puedo asegurar después de haber hecho más de 1.000 trajes de novia.

-¿Tiene más sentido abrir en Sevilla que en otro lugar?

-Aquí hay una cultura distinta. La gente es más clásica y es uno de los lugares donde la gente más se casa por la iglesia. Además, sigue habiendo muchos bautizos y comuniones. Es una sociedad muy tradicional y eso es bueno para un negocio como el mío. Este taller no hubiera funcionado en otro sitio.

-¿Tiene encargos de otros lugares?

-Sí, sobre todo del norte y de Madrid. Mi participación en la feria Vintage que cada año organiza Lorenzo Caprile me viene bien para mostrar lo que hago. Es como un regalo de fin de año.

-¿Cuántos pedidos coge al año?

-He hecho hasta más de 60 aunque ahora hay menos bodas. Es todo un engranaje, la pescadilla que se muerde la cola. La gente se queda parada, decide no casarse y entonces no hay traje de novia. En cualquier caso, hay demanda de lo que yo hago. De hecho, en los momentos de mayor actividad no he aceptado a más novias para poder atender bien a todas mis clientas, ya que me gusta tenerlo todo controlado por mí misma.

-¿Cómo ve el futuro?

-Mientras me mantenga como ahora seguiré, pero es difícil encontrar empleados para pequeños talleres. Necesita mucha dedicación porque es un estilo de vida.

-¿Es difícil luchar contra la economía sumergida?

-Mucho porque la gente cobra poco y eso lleva al suelo los precios. De cualquier modo, en el caso de los trajes de flamenca es mucho más acusado.