Cultura

Javier Cercas: «Si no escribiera sería un tipo más peligroso de lo que soy»

El escritor publica ‘El impostor', una «novela sin ficción» sobre Enric Marco, un nonagenario que se hizo pasar por superviviente de los campos nazis.

el 21 nov 2014 / 16:00 h.

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Javier Cercas / José Luis Montero Javier Cercas / José Luis Montero

Para que no haya lugar a errores partamos de una afirmación categórica: «Enric Marco (Barcelona, 1921) es un hombre espantoso, un mentiroso compulsivo que basó su vida en una falacia construida alrededor del suceso más terrible de la historia de la humanidad», afirma Javier Cercas sobre el personaje que centra su nueva novela «sin ficción», El impostor (Random House). Marco presidió durante años la asociación española de supervivientes del nazismo, concedió decenas de entrevistas, recibió honores y distinciones y conmovió hasta la lágrima en sus discursos. En 2005 fue desenmascarado. «En realidad, tras haberse pasado media vida trabajando en un taller mecánico decidió cambiar de horizonte, convertirse en un héroe, para lo que creó un inmenso embuste», cuenta el escritor.

Cercas ha tardado años en enfrentarse a Marco, «el Maradona de la impostura, un crack absoluto», porque «tenía miedo». «Un escritor es como un espeleólogo, su tarea es penetrar en las cuevas, pero hay algunas que producen pavor, esta lo hacía», confesó ayer. Sin embargo, sabía que había algo en esta historia que le interpelaba, que le llamaba a ella. «Marco ha leído el libro y lo ha entendido muy bien (...)No le ha gustado del todo... afortunadamente», puntualiza Cercas.

Durante meses estuvo dialogando con el impostor para intentar «entender» por qué hizo lo que hizo. Aquel hombre le atemorizaba. «Porque todos somos un poco Marco. Lo extraordinario de él no es que llegara a ser una estrella del rock de la memoria histórica, es que es un hombre radicalmente normal y excepcional. Es lo que somos todos nosotros pero a lo bestia. En él nos vemos reflejados porque nadie está libre de ser un poco él», defiende. «Marco, en el fondo, no es más que una excusa, este libro habla de la metáfora monstruosa de lo que es el ser humano y de lo que es España (...) Marco es el hombre común, el que dice siempre que sí. Los que no lo son, los que tienen el coraje de decir no, los que son capaces de oponerse a la mayoría y hacer lo correcto, esos son los verdaderos héroes, pero a esos los escondemos para que no nos avergüencen a los demás», opina. «Hay un caso que cuento en el libro, unos chavales que crearon una organización de resistencia cuando los franquistas entraron en Barcelona. Los encarcelaron y los torturaron.De esos chicos nadie sabe nada. No existen. Es el premio que reciben por haber dicho que no», añade.

Y hay algo aún más trágico y profundo en el relato de este embustero ejemplar. «Él hizo lo que hizo para que lo quisieran. Todo ser humano tiene una insaciable y humillante necesidad de ser querido, admirado y aceptado». «Marco no pudo soportar más ser un tipo corriente. Vivió una existencia miserable y se fabricó otra, como Alonso Quijano se inventa a Don Quijote. La ficción le salvó, como nos pasa a todos, porque la ficción alivia lo que somos», asegura.

También salva a Cercas, de alguna forma. Porque aunque eso de ‘escritura curativa’ le suene a «cliché», hay algo de auténtico en ello. «Si yo no escribiese sería un tipo más peligro de lo que soy, a mí escribir me equilibra, me construye por dentro», dirá. Pero no renuncia, como buen escritor, a ser un «aguafiestas», a decir, por ejemplo, que no le gusta el término ‘memoria histórica’ y que, alrededor de ella, se ha creado una «industria» que rechaza. «Me parece que es un movimiento justo pero mal planteado». «Me cansa que se vea como un tema sagrado y lamento que la ley aprobada sea tan insuficiente. Las cunetas siguen llenas de muertos y es el Estado quien debería haberlos desenterrado», dice al respecto de un tema que le ha generado, recientemente, una fuerte polémica.

Con El impostor también pone sobre la mesa otro debate, esta vez estrictamente literario y que atañe al futuro de la novela, «el género más libre que existe, en el que cabe todo». «Mi novela ideal es aquella que combina muchos elementos como la crónica, el ensayo...», dice. «No quiero ser petulante y afirmar que la novela decimonónica está muerta porque, en todo caso, lo que suceda con ella será lo que los mejores novelistas quieran que pase». «Pero si me pregunta mi impresión, es que el modelo no da mucho más de sí», plantea. Por eso, su nueva obra fagocita también el periodismo. «Sí, pero con una salvedad, yo me permito hacer conjeturas, cosa que usted no puede hacer en sus textos», concluye.

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