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La elección de Jesús Maeztu renueva el marcado perfil social del Defensor

Los tres grupos y la Junta consensúan el nombre del comisionado del Polígono Sur para sustituir a Chamizo. Maeztu alaba la figura de su antecesor y acepta el reto cuando estaba a punto de jubilarse por segunda vez

el 23 may 2013 / 23:31 h.

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Jesús Maeztu recogiendo la medalla de Andalucía en 2010. Jesús Maeztu recogiendo la medalla de Andalucía en 2010. || Daniel cela / Iria Comesaña "A la edad en la que debería jubilarme, me llega una propuesta que supone empezar de cero, pero no me puedo negar”. Estas palabras no son de ayer. Las pronunció Jesús Maeztu hace 10 años, cuando su amigo, el entonces presidente andaluz, Manuel Chaves, le pidió que aceptara el puesto de comisionado para el Polígono Sur de Sevilla, una de las barriadas de mayor desarraigo social de Andalucía. Ayer los tres partidos con representación parlamentaria (PP, PSOE e IU) volvieron a ponerlo en la misma situación al votar por unanimidad el nombramiento de Maeztu (a punto de cumplir 70 años) como nuevo Defensor del Pueblo andaluz. Le telefonearon el miércoles por la noche para decírselo, sintió más vértigo por dejar lo que estaba haciendo en el Polígono que por el nuevo cometido, y por la mañana decidió que lo haría. “Creí que ya cerraba una etapa, que 10 años eran suficientes, pero esta institución tiene tanta magia que tengo la impresión de que voy a sacar fuerza interior para luchar por este reto”. Esta frase sí es de ayer. Maeztu aventura que le espera mucho trabajo en medio de una profunda crisis que “ha acentuado la pobreza de la clase media”. Habrá que pelear para no seguir perdiendo “los derechos sociales que se lograron con el Estado del Bienestar en vivienda, empleo, salud y vejez digna. Todos han sufrido una quiebra importante”. El todavía comisionado tomará las riendas que José Chamizo ha dejado, de forma accidentada, después de 17 años en el cargo. Comparte con su antecesor muchas cosas, son amigos, y sobre todo les une una visceral sensibilidad para con los estratos más frágiles y desprotegidos de la sociedad. El fondo que tienen es el mismo, respecto a la forma son como la noche y el día. Maeztu es más fiel a las maneras que corresponden a un cargo institucional, no es dado a los exabruptos, es lo que los más prosaicos llaman alguien políticamente correcto. Durante sus diez años luchando con las uñas para sacar del barro al Polígono Sur ha tenido razones más que sobradas para levantar la voz, para pegar un portazo, para encararse con las administraciones que le nombraron… Jamás lo ha hecho. Su cometido era barrer un desierto después de un huracán. Como herramientas le dieron una escoba, y encima cuando la crisis se hizo más patente, y ya casi ningún político iba a las Tres Mil a hacerse fotos, le recortaron la mitad del cepillo. La misma situación, gestionada por Chamizo (al menos por el José Chamizo más indignado, el de los últimos años), habría desencadenado un volcán de críticas y latiguillos contra los políticos y los burócratas. La perseverancia de su sucesor es la misma, pero su estilo es distinto: se pasará horas y horas al teléfono, llamará a todos los despachos, será el azote de la pasividad administrativa y de la lentitud de la política, igual que lo fue Chamizo, pero lo hará con más sigilo, dentro de los márgenes del establishment. De hecho, ya lo venía haciendo, porque en el último año ha mantenido discretos enfrentamientos con la consejera de Vivienda, Elena Cortés, por su disparidad de criterios respecto a cómo abordar el problema de las viviendas sociales. El nombre de Maeztu ha sido propuesto por PSOE e IU, y ha obtenido el beneplácito del PP. Hereda la oficina del Defensor en el peor momento de la crisis, como se cansó de advertir Chamizo, con la tragedia de los desahucios provocando suicidios, la ayuda a dependientes descapitalizada, la tasa de paro disparada (36,7%) y las clases medias llamando a las puertas del umbral de la pobreza. Lo paradójico de esto es que, a pesar del oscuro panorama que Maeztu se encontrará en el despacho de Chamizo, siempre será mejor que con el que se ha venido peleando en la última década. El Polígono Sur, donde se encuentran las tristemente famosas Tres Mil Viviendas, arrastra desde hace años una tasa de paro superior al 40%, unas cotas de analfabetismo, absentismo, fracaso escolar y exclusión por encima de la media. Hay problemas endémicos de vivienda, de infraestructuras básicas, de convivencia y de seguridad. Y además, el desarraigo social se enturbia por los problemas de drogadicción, delincuencia y venta de armas. En aras de la austeridad, los grupos y la Junta han acordado la reducción de cuatro a tres el número de adjuntos al Defensor, que también deben respetar la paridad. Maeztu: "Los grupos políticos ya saben que soy independiente" Jesús Maeztu Gregorio de Tejada (Medina Sidonia, Cádiz, 1943) tiene 69 años, como remarcaba ayer al valorar un nombramiento que volverá a poner a prueba una vehemencia y una pasión más propias de la juventud que de acercarse peligrosamente a los 70. Con esa edad se vuelve a ver ante un reto que no ha tenido tiempo ni de pensarse: el miércoles por la noche se lo plantearon, pero los acontecimientos le obligaron a dar un sí o un no antes de 12 horas, sabiendo que era el único perfil que garantizaba el consenso de todos los partidos. Maeztu se enfrenta con “vértigo y respeto” a un relevo que recibirá de su amigo Chamizo. Ayer ensalzaba su labor y rechazaba opinar sobre el polémico cese, sobrevenido tras un año en el que las críticas del ya exDefensor a la clase política se han ido endureciendo a medida que aumentaba el malestar ciudadano. Lo que no cree Maeztu es que eso vaya a pesar en su forma de actuar: “Los grupos políticos conocen mi estilo y mi capacidad para negociar, y saben también que soy imparcial, independiente, y que tengo una libertad de conciencia y de criterio que no me las quita nadie”. Entre sus objetivos, que el Defensor sirva para conectar el Parlamento y la calle. Lo avala una trayectoria a pie de obra, muy coincidente con la de Chamizo: tras estudiar Teología y Filosofía, inició sus esfuerzos por los más débiles en el seno de la Iglesia; fue cura obrero, ligado a la Teoría de la Liberación, en los años de la droga en la barriada gaditana del Cerro del Moro. Allí estudió Derecho y, tras dejar los hábitos, inició una etapa tranquila como profesor de Derecho del Trabajo en la Universidad de Sevilla. Un retiro que se quebró en 2003, al convertirse en comisionado del Polígono Sur y volver a un barrio olvidado, tumbado por los envites del paro. “El gusanillo de luchar por una realidad más justa”, lo llama él para justificar el tiempo que le quita a su familia. Una década después, tras recibir la Medalla de Andalucía en 2010, a punto de tocar la jubilación sosegada, le han vuelto a poner en un aprieto. En los días duros del Polígono Sur bromeaba diciendo que lo habían llevado “engañado”. Y ahora se ha vuelto a dejar “engañar”.

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