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La crisis asfixia a los espacios culturales del Centro

el 12 may 2012 / 21:14 h.

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La Galería Weber-Lutgen.
La cultura tiene mala salud. El eterno tópico nunca había gozado de tanta credibilidad como hasta ahora. Marcando un radio concreto y pasando por la máquina de rayos X a los espacios culturales del centro de la ciudad, la radiografía que se obtiene no resiste un dictamen clínico mínimamente optimista. Sevilla puede ser Ciudad de la Ópera y atesorar un acervo cultural despampanante pero cuando se desciende de los grandes escenarios a los pequeños, los que día sí y día también mantienen el pulso de la cultura, se percibe que en ellos los latidos se suceden cada vez más espaciados.

"La situación que atravesamos es muy delicada", lo dice José María Roca, presidente de la Asociación de Escenarios de Sevilla y responsable de programación del Teatro Duque-La Imperdible. "El Ayuntamiento de Sevilla nos ofreció hace unos días una subvención de 50.000 euros para repartir entre todos, esto es 250.000 euros menos del montante otorgado en 2010". Finiquitada prácticamente la ayuda municipal, unos y otros empresarios y, casi siempre, también dramaturgos, tienen que aparcar el mundo de las ideas y enfrentarse de bruces a la realidad de los números: "Ojalá la Cultura se entendiera como algo de utilidad pública, al igual que sucede con la sanidad y la educación", opina Roca. Mientras esto no ocurra las salas pequeñas deberán replantearse su futuro. "Hay algunas que, en lugar de atender la novedad y lo arriesgado, abrazan propuestas más comerciales para sobrevivir", explica.

Por fortuna no es el caso de todas porque, casi siempre, "el público sigue respondiendo bien". Pocas opciones le quedan ya a José María Pérez-Flor, director del Laboratorio Intr:muros, una sala multidisciplinar orientada a la música de vanguardia que abrió hace más de un año sus puertas a la vera de la Plaza del Pumarejo: "Pasamos por un momento muy malo, económicamente no nos va bien, no podemos programar lo que quisiéramos porque padecemos continuas pérdidas de dinero".

Ante este panorama, su inquieto propietario baraja seriamente "cerrar o limitar mucho las actividades". En su caso sí que hay un cierto tirón de orejas al público. "A la gente lo que le gusta es tomar cervezas en la calle, ese es el deporte nacional", opina con ira controlada. Si a ello se le suma que "la administración exige dos años de actividad autogestionada antes de echarte cuenta", el cóctel que entre una cosa y otra se establece llama a los lamentos: "Me duele en el alma hablar así, pero estando aquí día a día no puedo decir otra cosa".Muy cerca de Intr:muros está la galería de arte Weber-Lutgen. "Soy cabezota y por eso no hago las maletas y me vuelvo a Luxemburgo", asegura su director, Ed Weber.

Pero el pliego de críticas que despacha no se queda corto. "La situación que atraviesa la sala es catastrófica, no sé ni cómo calificarla", dice. En su caso la queja mayor se la lleva el consistorio, "el de antes y el de ahora": "Duele ver cómo esta ciudad gasta tanto dinero en grandes fastos. Sevilla tiene una nómina de artistas jóvenes que son excelentes y con muy poco dinero se les podría dar un empujón que acabaría repercutiendo positivamente en la cultura local". Cuenta Ed Weber que Híspalis es "una mezcla de Edad Media y de progreso", aunque en los últimos tiempos lo primero cobra más protagonismo del deseado. "Lo poco que vendo no es en Sevilla, sino a clientes de fuera. Tampoco se interesan por el arte contemporáneo ni los museos ni las administraciones". Su demoledor discurso no anda lejos del que esgrime Laura Acosta, de la Galería Isabel Ignacio (en la calle Velarde): "No nos sentimos respaldados por el Ayuntamiento, nuestro sector es muy disperso y los clientes no entran ni a mirar". Para intentar airear un poco la caja registradora acaban de lanzar un outlet con los fondos de la galería: compre arte con descuento. Lo último.

En la antigua torre ferroviaria de la calle Torneo, sede de Radiópolis FM, la situación no es más halagüeña. Es el proyecto más votado de los Presupuestos Participativos pero aún no han recibido la dotación de 2011, de la depauperada de 2012 ni olerla. Por eso en esta emisora cultural andan vendiendo bonos, sorteando botellas de aceite y organizando actos en el Parque del Alamillo aunque sólo sea para pagar la nómina de los dos técnicos de sonido que trabajan allí.La retahíla de quejas, lamentos y llantos adquiere el ritmo de una obra musical repetitiva. En Mecánica Galería de Arte, ubicada en la Alfalfa, "van a peor", al menos a nivel general, "poco a poco nos conoce más gente pero si no fuera porque financiamos las obras venderíamos aún menos".

La Sala Cero, en la calle Sol, no tiene mucho mejor discurso. Elías Sevillano es uno de sus responsables y con su escenario "la crisis se está cebando": "Vivimos al día, nos han retirado casi todas las ayudas y nadie parece entender que hacemos una labor social y cultural". También, indirectamente, gastronómica: "Son 300 personas las que llenan la sala y, cuando salen, hacen vida en los bares de la zona. Invertir en nosotros no sólo redunda en nosotros", asegura dando por buena la redundancia.En medio de todo, una brizna de optimismo. Miguel Muñoz gestiona la Sala Obbio (en la calle Trastamara) sin que nadie más que su público le eche un cable. Y le va bien. O, al menos, no le va mal. "La gente sigue viniendo y no nos podemos quejar aunque sí que me gustaría que el consistorio pusiese menos trabas para poder organizar más conciertos. No dan ninguna facilidad, al contrario. La música es otra forma de cultura, no sólo diversión", afirma. Su modelo no es extensible: el pop da dividendos, el arte actual, el teatro de autor y la música experimental apenas. Y están agonizando.

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