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La enciclopedia de Triana

Ángel Vela sigue en primera línea enarbolando la bandera de las tradiciones de Triana. Lo hace por amor, al arte y al barrio. Lo hace porque no puede evitarlo

el 13 mar 2015 / 12:00 h.

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La calle Betis, en el corazón de Triana. Foto: Paco Puentes La calle Betis, en el corazón de Triana. Foto: Paco Puentes Me suena mucho la cara de ese hombre. ¿Quién era? Mira –le dije a mi amigo– ese hombre al que acabo de saludar es Ángel Vela y, quitando a la brisa marinera que viene cada noche a besar sus orillas, no existe nadie en el mundo que quiera más a Triana. Ni que la conozca tanto. Pero conocerla de verdad, en las mismas entrañas, que es como debe quererse al lugar con mayor personalidad de este país. Te lo aseguro, acabo de saludar a la enciclopedia viva de Triana. Se llama Ángel y, claro está, no podía tener un apellido más marinero. Fue así como le expliqué a un buen amigo lo que pienso del maestro Vela Nieto, lo que siento por él, un respeto grande y una admiración que debo confesar abiertamente. Ángel es un hombre serio, amigo de sus amigos, riguroso y amable, educado y tenaz, cariñoso. Y además es hombre de palabra. Mi padre lo llamaría, con perdón, un tío que se viste por los pies. Ángel Vela es escritor –yo lo siento además historiador– y conoce al dedillo cada brochazo de cal del barrio de Triana, cada azulejo y cada escalón de entrada a las casas. Conoce los edificios, las calles, la historia. Maneja el pasado con acierto y defiende con vehemencia la injusticia de un presente que no reconoce a personas y colectivos que laten en el corazón de Ángel clamando justicia. Acaba de recordar hace unas horas a los cuatro puntales perdidos –Amparo de Triana, Faíco, Curro Puya y Juan José Niño López– del flamenco del barrio y tiene escritos varios libros y un buen puñado de artículos. Ángel Vela sigue en primera línea enarbolando la bandera de las tradiciones de Triana, clamando muchas veces en el desierto que no debe olvidarse la historia si se pretende reconocer el rostro del presente para acariciar el futuro con las manos limpias. Lo hace por amor, al arte y al barrio. Lo hace porque no puede evitarlo. Pronto lo veré de nuevo, cano y elegante, con ese porte de hombre recto en todos los sentidos, con alguna carpeta en la mano, algún trozo de papel esperando tinta para beber, algún bolígrafo en ese bolsillo que está tan cerca del corazón. Y traerá noticias nuevas de historias del ayer para lograr, una vez más, que se haga justicia. Volverá a resolverme mis dudas del barrio y escuchará otra vez mis lamentos para terminar regalándome una frase de afecto y cariño. Hoy quiero ser yo quien le regale la frase y el afecto. Hoy necesito quitarle la bandera para gritarle al mundo todo lo bueno que está haciendo por esta ciudad. Todo lo bueno que es y todo lo bueno que hace. Quiero recordarle que Triana necesita su carpeta, su papel y su bolígrafo, su voz y todo su sentimiento. Y pedirle, de paso, que me permita a esta hora, con este artículo, hacerle algo de justicia. Desde el respeto y la admiración. Desde estas líneas escritas con el mayor de los afectos a ese hombre que camina derecho –en el cuerpo y en los valores– con su pelo cano y su pensamiento puesto en el barrio y en su historia, en las alegrías y en las penas de este arrabal, hoy quiero descubrirme ante la auténtica enciclopedia de Triana. Se llama Ángel y tiene un apellido marinero.

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