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La línea de meta ya está a la vista del Betis

Vence con claridad al Villarreal (3-1) y aprovecha la derrota del Zaragoza para irse a diez puntos con 21 por jugarse.

el 07 abr 2012 / 21:57 h.

Los béticos hicieron un partido solvente en el Villamarín.
El fútbol es fútbol, el Betis es el Betis y 21 puntos son 21 puntos, pero muy, muy, muy mal lo tiene que hacer este inclasificable equipo que dirige Pepe Mel en los siete partidos que aún atisba en el horizonte para que al final de todos ellos, cuando sea la noche del domingo 13 de mayo, no esté en Primera División y sí de vuelta en ese infierno llamado Segunda. Con 21 puntos aún por delante, el Betis de Mel, de Rubén Castro, de Beñat, el Betis de los béticos goza, nunca mejor empleado el verbo, de una ventaja de diez sobre la temida frontera del descenso, donde sobrevive el Zaragoza, amenazante pero menos después de un Sábado Santo ideal para las trece barras: cayó el antepenúltimo ante el Barcelona, ganó el Betis al Villarreal; 28 puntos para los maños, 38 para los heliopolitanos. Bien mirada, aunque no sean los ojos con que Mel y compañía ven la clasificación, el Betis está la mitad de cerca de los puestos europeos, ahora a cinco puntos. Pero esa no es la meta que anhela cruzar el club de La Palmera. La de verdad es la salvación y ésa, ahora sí, quién lo diría hace dos semanas, ya asoma por allí mismo, tan cerca que quizá esté a dos puntos, o a tres, o a ninguno...

El Betis se está asegurando una recta final de inesperada tranquilidad gracias a aquel famoso plan B que Mel anunció meses ha pero que en realidad nunca aparecía. Frente a las triangulaciones y el fútbol ofensivo del plan A, once futbolistas arropados en su propio campo y cesión de la pelota al adversario para que sean otros quienes se preocupen de la construcción. Así sucedió en Málaga y así volvió a ocurrir frente al Villarreal: al final del choque, 58% de posesión para el submarino amarillo y 42% para los locales. La misma fórmula para batir al cuarto por arriba y al cuarto por la cola. Lo inaudito, más que nada por los precedentes (Racing, Espanyol, Rayo...), es el altísimo nivel de efectividad exhibido por un grupo al que cada vez se notaba más atorado. Pero claro, si irrumpe ese pedazo de futbolista que es Santa Cruz y reaparece ese depredador que es Rubén Castro, el Betis tiene gol, y ese factor convierte en eficaz cualquier planteamiento táctico que se precie, incluso los que no se precien. Con semejantes arietes, hasta el plan Z daría buenos resultados.

La puntería, de todas formas, no lo es todo. Antes de que la temporada adquiriese la pinta tan extraordinaria que tiene ahora, el Betis tuvo un poco... qué narices, un mucho de suerte. Era el minuto 16, los verdiblancos habían regalado el esférico al Villarreal y se respiraba inquietud en el Villamarín. Entonces Dorado cedió un balón inofensivo a Fabricio, pero el meta se resbaló, tocó la pelota con la bota derecha y allá que fue el redondo objeto en dirección a su línea de gol; y entonces apareció la fortuna: el balón dio en el poste y, como si vistiese de verde y blanco o Miguel Guillén lo tuviese en nómina, regateó a Marco Ruben, que pasaba por allí y se disponía a marcar a puerta vacía. Increíble, sí.

Veinte minutos después, cuando el beticismo amagaba con silbar a los suyos, llegaron los dos minutos mágicos: en el 35', Rubén largó un zapatazo que Diego López sólo pudo repeler para que Santa Cruz remachase el 1-0; y en el 37', Beñat asistió al primer toque a Rubén, que se deshizo del meta con un excepcional toque y convirtió a placer el 2-0. El partido estaba encarrilado y la superioridad amarilla en el centro (Mel incluso retrasó a Santa Cruz para que colaborase con Beñat y Cañas) era historia. El Betis había planteado el mismo partido que en Málaga y, lo que son las cosas, había marcado de nuevo dos goles en un instante.

En la segunda parte no cambió el guión de La Rosaleda. Los verdiblancos volvieron a refugiarse en su campo y el Villarreal, herido de muerte por esa brutal falta de profundidad que también caracterizó al Betis de Mel no hace tanto, no tuvo nada que hacer. Beñat, tras devolución de regalo por parte de Rubén, convirtió la victoria en la más plácida que han vivido los béticos en su casa esta campaña, Ángel colaboró con la causa con una manita inocente y la permanencia, los 29 millones de la televisión y, en definitiva, la vida ya se tocan con los dedos en Heliópolis.

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