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Con la ilusión como estrella

Una cabalgata de Reyes para enmarcar, que fue capaz de cumplir horarios, abarrotar las calles y dibujar sonrisas entre los más niños.

el 05 ene 2015 / 20:57 h.

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Reyes_Portada Hay niños que sueñan con ser médicos, economistas y hasta futbolistas. Tres profesiones que apelan a los sentimientos, entre otras cosas, para salvar vidas, cuadrar euros en cualquier casa o emocionar a quienes sienten los colores de una camiseta. Desde ayer comparten, además, la ilusión de tres magos, ayudantes por unas horas de Sus Majestades, que vestidos de gala y con tronos de estreno recorrieron las calles de una ciudad que los esperaba con la misma sonrisa nerviosa de cada 5 de enero para disfrutar de una de las cabalgatas más redondas de los últimos años. Perfecta en ritmo y en horarios, en colorido y en ambiente, en diseños, vestuario y hasta en lo meteorológico:buena temperatura y cielos despejados para dar la bienvenida a los Reyes. Al sol que presagiaba Ricardo Suárez en su cartel de la Cabalgata le costó salir después de una intensa mañana de niebla. Mucho más que a una Cabalgata que iniciaba su caminar con algunos minutos de retraso de poca importancia. Poner en marcha 34 carrozas, 600 beduinos, ocho bandas de música y a las miles de personas que forman el cortejo real bien merecen pasar por alto este matiz horario. Un milagro al que el Ateneo de Sevilla le pone rostro cada año, el de los centenares de voluntarios que juegan a ser magos –y vaya si lo consiguen– para que nada falle y todo transcurra con esa normalidad que triunfa cuando pasa desapercibida. Eran las 16.30 horas cuando la magia explotaba en los aledaños de la Universidad de Sevilla. Beduinos lanzando los primeros caramelos al cielo daban la venia a unas carrozas que avanzaban con la celeridad habitual de los últimos años. Velocidad que no impedía el lucimiento de un cortejo que este año estrenaba hasta 14 de sus carrozas, algunas de ellas con más fortuna que otras. Entre los más pequeños triunfaron El Soldadito de Plomo o El Flautista de Hamelin, que redundaban en la idea de recuperar cuentos y juegos tradicionales como fuente de inspiración para sus diseños. Aunque los mayores elogios fueron para los tronos que estrenaron los Reyes Magos y que recuperaban colores clásicos –rojos, verde y oro y plata– en unos diseños que ganaron prestancia con la iluminación artificial una vez caída la noche. La palma, como siempre, se la llevó un Baltasar que este año guardaba cierto parecido con el presidente de la Federación Andaluza de Fútbol, Eduardo Herrera. Fue el rey más aclamado del cortejo a pesar de que hubo hasta quien dudó de su llegada. «¿Ese es Baltasar?», preguntaba la pequeña Esther cuando la carroza del Gran Visir pasaba por delante de sus ojos. Su lógica era aplastante: de piel negra, subido en un trono y con una corte de pajes que lo acompañaban. Cómo para pensar que no era Baltasar. Una teoría que Leyre, una niña de 9 años que estaba sentada a su lado, se encargó de desmontar de un plumazo. «¿Cómo va a ser Baltasar, no ves que no lleva corona?». Duda resuelta. Ese no era el rey al que esperaban. Tampoco les importaba mucho por el momento. Era la hora de soñar. Un sueño de coloridos, luces, música y recuerdos en el que la ilusión volvió a ser la nota predominante. Ayer encarnada en Rocío Morera, Estrella de la Ilusión de una cabalgata en la que actuó como vigía de la felicidad. Y como tal se sentía. Feliz, sin nervios y con la alegría de afrontar unas horas en las que su llegada anunciaba la presencia cercana de los tres Reyes Magos. Una responsabilidad a la que hacía frente con el deseo de que a todos los sevillanos no les faltara la ilusión en una tarde mágica como la del 5 de enero. Su tarea no invitaba a menos:brillar para marcar la senda de Sus Majestades en su paseo triunfal por Sevilla. A su carroza le marcaba el camino la hilera de miles de personas que desde horas antes ya llenaban cada punto del recorrido. Eso y los bouquets de globos que a modo de balizas delimitaban desde las alturas los perfiles del itinerario. Ahí si que no faltaron los personajes animados de moda. Pepa pig, Bob Esponja y compañía que pasaban a un segundo plano ante la majestuosidad de las carrozas. Donde sí triunfaron los clásicos fue en la música que interpretaban las ocho bandas de la cabalgata. Nadie se resistía a bailar los villancicos de siempre y aquello de el caballo camina palante y el caballo camina patrás. Yvenga gente para adelante y gente para detrás. Todo un éxito coreografiado por las bandas que dejaba a las claras que los sevillanos van a ver la cabalgata para soñar pero también para pasárselo lo mejor posible. No estaría demás por tanto que, sin convertirlas en las principales protagonistas, las bandas se prodigaran un poco más en un cortejo que añora a esas otras formaciones que un día decidieron abandonar esta fiesta de la ilusión de Sevilla por cuestiones que se antojan menores. NOCHE DE REYES. Con la caída de la noche la cabalagata se convirtió en una fantasía por descubrir. A ello contribuyeron en gran medida las luces que decoraban cada una de las carrozas y que han sido históricamente una de las tareas pendientes del Ateneo. No era fácil dotar a cada una de la iluminación necesaria, algo que ha mejorado a pasos agigantados en los últimos años gracias a los nuevos diseños de Jesús Corral, el ideólogo del cortejo. La luz llegaba a las carrozas cuando los primeros beduinos se adentraban en la Macarena, antes incluso que se encendiera la iluminación navideña de las calles del barrio. Tuvo que ser Melchor –que decía llamarse Víctor López García-Aranda– quien con la magia que se le presupone fuese encendiendo a su paso las luces de una calle Feria que esperaba impaciente su lluvia de caramelos. De su carroza, como de la del resto, caían miles de golosinas de variadas formas y colores. 100.000 kilos nada menos. Llovían gusanitos, gominolas, pelotas de colores, balones de fútbol, bolsas de chucherías, tarjeteros de Tussam y hasta caramelos del Cadiz C.F., que en el centenario de la Federación Andaluza de Fútbol tocaba ser más integradores que nunca. Yen toda esta lista no faltaron, como no podía ser de otra forma, los caramelos. Oficialmente, en un 80%blandos. Aunque los duros seguían apareciendo más que nunca y jugando alguna que otra mala pasada a quienes recibían un caramelazo de esos que van por derecho. Entre el bullicio, los globos que decoraban las fachadas a modo de guirnaldas y un rey Gaspar idéntico al director territorial de Caixabank en Andalucía Occidental, Rafael Herrador, la cabalgata se iba perdiendo en las profundidades del Centro y su renovada ilusión por Triana y Los Remedios. En la calle Feria sólo quedaban caramelos que se agarraban con fuerza al suelo sin querer decir adiós a este día mágico. Ellos soñaban con la cabalgata del año que viene y los niños con ver cumplidos todos sus deseos. O con ser médicos, economistas, futbolistas...

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