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Cultura

La Navidad desde el Bellas Artes

Decenas de pequeños participan en una original actividad en la que se les invita a descubrir las obras de temática navideña que guarda la pinacoteca en su colección.

el 29 dic 2014 / 12:00 h.

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El Museo de Bellas Artes celebró ayer una original visita por las obras de temática navideña de la colección. / J. M. Paisano El Museo de Bellas Artes celebró ayer una original visita por las obras de temática navideña de la colección. / J. M. Paisano

Es que ni un arbolito de Navidad, oiga.En cuestión de oropel estacional, el Museo de Bellas Artes es espartano. Será porque la procesión va por dentro. Por las paredes, en este caso. Porque en su interior se albergan más de una decena de obras que tienen a la Navidad como eje pictórico. Y fueron esos cuadros los que se erigieron ayer domingo en protagonistas de una jornada en la que el público más menudo fue el principal invitado de la pinacoteca.

Un díptico sobre las obras alusivas a este asunto puede encontrarse estos días en el Museo, guía que ayer los papás escudriñaban mientras sus hijos eran abducidos por una animadora transida por el espíritu del paje predilecto de Melchor. Esta acompañó a una veintena de diminutos por todas las salas del Bellas Artes, reparando en cada detalle navideño que pudiera esconderse en las obras. Finalmente, un pequeño taller de creación artística ponía punto y final a la jornada. En la Sala IX del Museo, un matrimonio belga admiraba la Adoración de los pastores, de Pieter van Lint, cuando la infantil excursión entró en tropel. Entonces, la muy abigarrada visión barroca de la Natividad dio paso a los comentarios en modo BarrioSésamo de la animadora. «No pasa nada, no pasa nada, ¡hemos tenido la misma idea que los niños, buscar las obras de Navidad!», exclamaba en un curioso híbrido bruseleño-andaluz la turista.

Algún que otro infante, ante la admiración de tanta obra de arte, cayó irremediablemente preso del síndrome de Stendhal –que ya se sabe, te pilla sin avisar– y, llegado el momento, pasó de espectador a artista pintando él mismo su propia obra de arte. Así, Rubén, de siete años, pertrechado con una colección de flamantes lápices que eran la envidia de la concurrencia, se apalancó en un banco y se puso a imitar aMurillo. A fuer de ser sinceros, como hijo del siglo XXI, el pequeño optó más que por el exuberante barroco, por una suerte de cubismo neofigurativo digno de análisis.

La Adoración de los reyes, de Cornelis de Vos; y la Adoración de los pastores, de Juan del Castillo, fueron otras de las piezas que concitaron la atención. «Son todas escenas muy parecidas, pero fijaos bien porque hay muchas diferencias entre ellas. ¿Quién me dice una?», exhortaba la guía a los niños. «La iniciativa es sensacional y deberían también hacerla en otros museos como el Centro de Arte Contemporáneo», deslizaba Amanda, una mamá encantada ayer de «inculcar el amor por el arte» a sus vástagos.

«Ahora vamos a imaginar que vivimos en la época y que vais a visitar al Niño Jesús. ¿Quiénes querríais ser:una pastora, un herrero, un rey del lejano oriente...?». La cuestión suscitó una contundente reflexión en el aforo. «A mí me gustaría ser el Niño Jesús», prorrumpió David. «No puedes ser el niño Jesús porque no te llamas Jesús y porque además, Jesús era mucho más chico que tú», le contestó una política en ciernes. Y así, a fuerza de deseos, continuó la mañana.

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