Cultura

«La ópera ’Doctor Atomic’ es fácil de escuchar pero muy difícil de cantar»

El tenor Beñat Egiarte debuta en el Teatro de la Maestranza y se estrena en el repertorio contemporáneo tras años cantando belcanto.

el 11 mar 2015 / 16:00 h.

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El tenor Beñat Egiarte. El tenor Beñat Egiarte.

Hay veces en las que las mejores oportunidades llegan sin buscarlas ni aguardarlas. Al tenor Beñat Egiarte le sonó el teléfono. O para ser exactos le sonó primero a su agente. «Oye, me han llamado del Teatro de la Maestranza de Sevilla, ¿tú quieres cantar en la ópera Doctor Atomic?», recuerda que le preguntó este. En aquel instante el cantante dudó un momento. «Honestamente, me sonaba esa ópera, pero no la conocía, me informé y la escuché», recuerda. Pocas horas después el coliseo sevillano recibía la aceptación.

Para Egiarte, que aun se está abriendo camino en el mundo lírico, la propuesta era una oportunidad importante porque, además, el Maestranza ha confiado en él, «sin que mediara audición», lo que viene siendo el habitual casting de los jóvenes cantantes de ópera. Pero hay otro motivo de peso para que el tenor asegure que estas funciones –que comienzan el viernes– sean especialmente relevantes para él.

Beñat Egiarte ha hecho hasta ahora carrera en el belcanto y en el repertorio clásico. En Sevilla abordará por primera vez un título contemporáneo. «Me ha resultado a la vez fascinante y enormemente complejo estudiar la partitura, sin embargo la gracia de la obra que ha escrito John Adams es que esa dificultad no se traslada a los oyentes, la música es muy asequible», opina. «Sobre el papel hay cosas que resultan extrañas para un músico, pero cuando empiezas a cantar descubres que todo lo que hay en la partitura fluye de una manera muy natural, aunque vas por libre, cada cantante tiene que saberse su parte, porque la música que toca la orquesta no nos da ninguna pista armónica a la que poder agarrarnos, hay veces que yo estoy cantando en Fa y la orquesta empieza en Sol», argumenta Egiarte.

El tenor encarna al joven e idealista científico Robert Wilson, un personaje histórico, real, como todos los que pueblan la ópera, que tiene muchas dudas sobre las consecuencias de la bomba atómica que prepara junto a Robert Oppenheimer. En la segunda parte aporta «uno de los momentos más inspirados de la obra, cuando reflexiona en una especie de arioso sobre un sueño repetitivo que tiene cada noche».

Con un calendario de ensayos «muy condensados pero muy eficientes», el tenor se refiere al montaje en términos de «espectacular»:«Nunca había trabajado en una producción con tantos efectos especiales y con unas necesidades tecnológicas tan ingentes. Tengo amigos que cuando han venido a los ensayos me preguntaban luego insistentemente cómo se hacía tal o cual cosa», dice al respecto del trabajo escénico desarrollado por el israelí Yuval Sharon, en una producción procedente de la Ópera de Karlsruhe.

«En las óperas clásicas las innovaciones suelen pasar por reubicar la ópera, pero esto es otro mundo. El primer acto es como si fuese una pantalla de cine gigante, pasan muchísimas cosas, creo que los espectadores se lo van a pasar en grande, porque no es una función que pueda verse todos los días», razona. «Ojalá tras este Doctor Atomic vengan otros, ya que somos pocos los cantantes que sabemos esta ópera», desliza. Aunque no contempla que su carrera ponga especial énfasis en la música de hoy porque, dice, su voz «no es la más apropiada para ella», lo que no impide que esté abierto a «sugerencias» como esta que le trae a Sevilla. La Petite messe solennelle, de Rossini;y La Favorita, de Donizetti, serán sus próximos proyectos. De regreso al belcanto. Pero antes, será el atribulado físico Wilson en el escenario del Paseo Colón

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