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Feria de Abril

La urbanización de los feriantes

Detrás del circo se levanta un pequeño pueblo de 336 caravanas en el que residen 3.000 trabajadores

el 24 abr 2012 / 19:25 h.

Mientras Mari Carmen prepara la comida -hoy toca pollo con calabacines-, su hijo Gabriel, de 14 años, juega al fútbol con unos amigos en la calle, porque para esta Feria tiene vacaciones ya que son de Sevilla. Normalmente los seis o siete meses al año que sus padres pasan fuera de casa -su madre regenta un puesto de algodón dulce y su padre una atracción infantil- se queda con los abuelos para ir al colegio. Se ha reencontrado con Samuel, hijo del dueño de los ponys, que viene de Valencia. La maestra le ha puesto deberes para toda esta semana, pero no siempre acompaña a sus padres que, como los de Gabriel, pasan más de medio año de Feria en Feria.


"Los niños se lo pasan bien. Tienen mucha unión. Son niños muy sanos, se montan unos en los cacharritos de otros y aquí tienes la tranquilidad de que no entra nadie porque está vigilado", dice Mari Carmen. Gabriel reconoce que "es divertido" aunque "después de todo el verano viajando nos aburrimos un poco". El resto del tiempo no acompaña a sus padres, algo que según su madre "la niña lleva peor que él".


Para Antonio, también algodonero, "esto es como una barriada, un pueblo chiquito". Lleva toda la vida de feriante porque "esto va de generación en generación". "Mi mujer nació precisamente en el campamento de la Feria de Sevilla", cuenta. En su caso, los niños se han quedado con familiares. "Hoy son raros los padres que no son responsables y no dejan a los niños escolarizados, eso pasaba antes", señala.


Desde una semana antes de la Feria y hasta una semana después, detrás del circo se levanta toda una urbanización formada por 336 caravanas y en la que residen más de 3.000 personas que trabajan en los puestos repartidos por el Real y sus alrededores, las atracciones de la Calle del Infierno y las cocinas y barras de las casetas. Es un recinto cerrado, con el acceso restringido y vigilado, en el que pagan un canon por aparcar sus caravanas, al margen de la tasa por sus respectivos puestos o atracciones.


Sus casas móviles cuentan hoy "con todas las comodidades", desde lavadora y cuarto de baño completo con ducha hasta aire acondicionado, televisor con antena parabólica e incluso porches adornados con macetas. Y como en todo pueblo que se precie, no falta un bar, auténtico "punto de reunión" donde se sirven desayunos, almuerzos a base de menús del día y cenas. El panadero va todos los días y además del pan lleva algunos productos básicos de desavío, aunque la mayoría vienen cargados con provisiones para toda la semana "para no tener que salir a comprar" porque durante la Feria se echan muchas horas y hay que aprovechar los ratos de descanso. Las caravanas cuentan también con potentes frigoríficos.


Vienen de toda España, la mayoría de otras ciudades andaluzas y del Levante. Muchos se conocen desde hace años y coinciden en más de una ciudad. "Seguimos la misma ruta", cuentan Mari Carmen o Antonio. La Feria de Abril de Sevilla suele ser para ellos una de las primeras paradas. De aquí se irán a El Puerto, Jerez, Córdoba... Ya no pararán hasta octubre o noviembre.


Rosa, propietaria de la noria pequeña, es una de las más veteranas y de las que de más lejos viene. Es de Navarra y lleva treinta años trabajando en la Feria de Sevilla. "Antes recorría toda Andalucía. Ahora ya solo por el norte, y Sevilla". Su siguiente parada es Lleida. Solo está tres meses en su casa (de enero a marzo). La Feria de Abril es su primera parada del año. Viene con su marido en la caravana pequeña. La grande ahora la lleva su hija con otra atracción que tienen. Reconoce que en estos treinta años los asentamientos para los feriantes "han ido avanzando y todos venimos ya también más motorizados", aunque dice que "Sevilla, en cuanto a infraestructuras, siempre ha estado bastante bien. Hay otras ferias peores". En cuanto a la convivencia, como en cualquier pueblo o barrio. "Con unos te llevas mejor, con otros peor, pero en general, cada uno en su casa y Dios en la de todos", resume.


Más de 18 años lleva la misma familia regentando la cantina de este poblado de feriantes, donde trabajan siete personas, todos parientes, por turnos y que abre de 8 de la mañana a medianoche para dar de comer a los trabajadores de los puestos, las atracciones, las casetas "y muchos del circo", explica uno de los camareros, José Antonio Torrado. Ofrecen menús del día "con tres primeros y tres segundos cada día". El bar, que se ubica en el centro de la explanada reservada para las caravanas y cuenta incluso con veladores con sombrillas fuera, funciona desde una semana antes del comienzo de la Feria y hasta una semana después "porque los feriantes llegan antes para montar y luego tienen que desmontar". Los responsables del bar se encargan también del mantenimiento de unos baños públicos con ducha, aunque hoy la mayoría de las caravanas ya tienen baño incorporado. El bar se convierte en "un local de reunión". Porque si algo tiene la vida de feriante es que "se conoce a mucha gente y se pasa bien", cuenta Francisco Parra, cocinero en una caseta y natural de Torredelcampo (Jaén). En su caso, viaja solo. Su mujer y sus tres hijos se quedan en casa y los ve entre Feria y Feria. "Ahora ya son mayores, cuando eran pequeños sí preguntaban papá cuando vienes cuando llamaba y se ponían muy contentos cuando volvía", recuerda. Cada año, y van más de veinte, trabaja en unas 18 o 20 ferias. Solo para quieto en casa los meses de noviembre, diciembre y enero, en los que la familia vive de lo que gana el resto del año porque "en la Feria no hay horario, pero el salario tiene que ser acorde". Antes de la Feria de Abril ya ha trabajado en los Carnavales de Canarias y en Sevilla durante la Semana Santa. No siempre vive en caravanas. "A veces te pagan una pensión. Otros años he trabajado en otras casetas y solía parar en Camas, pero el dueño de la de este año tiene el espacio aquí cogido", relata. Su próxima parada es la romería de su pueblo. "Luego iré al Rocío y ya no paro".


Trabajo no falta, "porque las fiestas se celebran", pero sí reconoce que "trabajas las mismas horas y te pagan menos, y lo tienes que coger porque si no hay 300 esperando detrás de ti".


Y es que el sector de los feriantes no es ajeno a la crisis. "Se nota muchísimo porque esto al fin y al cabo es ocio y eso es lo primero que la gente se ha quitado, es normal", analiza Rosa, que se queja de que en su atracción lleva cinco años cobrando los tickets al mismo precio, mientras que las tasas que les cobra el Ayuntamiento para instalarse y el canon que paga por el sitio para aparcar la caravana y el camión suben todos los años. "Andalucía está bastante chungui, y el Levante está fatal. En el norte se nota menos, también son fiestas de menos días y es otra filosofía de vida", cuenta.


Mari Carmen confía en que se mantenga el buen tiempo y eso atraiga público al Real, aunque sabe que la crisis se nota. En su casa viven todo el año de lo que ganan los siete meses que recorren las ferias. "Ojalá tuviéramos todo el año, porque la que tiene un sueldo fijo a fin de mes, llega el día 30 y se le acaba el dinero, pero sabe que el día 1 vuelve a recibir su sueldo; pero aquí los meses que no sales ves cómo se va vaciando el cajón y no entra nada", explica.


No obstante, la mayoría de los feriantes son veteranos y han vivido esto en sus casas desde pequeños, porque muchos regentan negocios de tradición familiar y hay cierta endogamia, ya que la mayoría de las parejas trabajan cada uno en uno. Están acostumbrados a este modus vivendi e incluso describen su forma de vida con la naturalidad de considerarla "muy normal". No se ven a sí mismos como titiriteros exóticos sino como simples currantes, con unas familias plenamente estructuradas en las que la colaboración de abuelos y demás soportes resulta fundamental cuando tienen hijos pequeños.

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