Mayordomos: a ver si os dais cuenta de que la comida es el pretexto, lo importante es la confraternidad, la convivencia, el verse con hermanos que hace un año que no vemos y, claro está, el sablazo (el almuerzo propiamente, la rifa del abono de toros, mantoncito o mantilla de Foronda, amén del cuadro del Cristo y de la Virgen, horroroso por cierto y con un marco estilo remordimiento).
Pero, ojo, tenéis que elegir un buen menú y presentarlo como Dios manda: a saber, los platos han de ser redondos como Elton John, nada de cuadraditos o triangulares; el manduqui que tenga peso y sea pinchable con tenedor: solomillo, entrecot, presa, secreto, merluza (o sea pescada), pez espada (o sea rosada), lenguado (o sea fletán); la guarnición: patatas, pimientos y zanahorias, es decir, nada de pijaditas al aroma del eneldo con mus de regaliz en nubes de patatitas de Bayona con sal en escamas de Bristol.
¿No os dais cuenta de que esas gilipolleces están pensadas para, a continuación, después del limoncello llevarse al huerto al comensal? Los aperitivos, sin dudar, jamón, queso, cocletas, gambas rebozadas y mero al limón en taquitos, nada de mignardeces ni nueces de Macadamia (que creo que es un videojuego). Mayordomos, en serio, hacedme caso, invitar a poca gente (el cura y si acaso su hermana); el delegado del día y, por supuesto, el presidente (si va) que apoquinen, que ya está bien de gañoteo, que hay mucha crisis. Si sobra mucho, para un saetero baratito y caridad; si sobra poco, sólo para esta última.
José María Font es abogado.
