Menú
Local

Las lecciones de un maestro muy especial

Curro Romero acompañó y aconsejó a los alumnos del curso de toreo práctico.

el 02 jun 2012 / 20:24 h.

TAGS:

Curro Romero posa con los alumnos del curso de toreo práctico, llegados de toda la geografía española y hasta europea.

La presencia del camero interrumpió los entrenamientos. Los alumnos del curso de toreo práctico para aficionados dejaron los capotes y las muletas y permanecieron pendientes de Curro Romero. El Faraón se había quedado casi escondido, sin querer a somarse al ruedo del coso de Espartinas pero accedió encantado a fotografiarse con todos en los medios de la plaza. La participación del veterano diestro era uno de los indudables platos fuertes de esta iniciativa promovida por el Club de Aficionados Prácticos que se haya plenamente consolidada en los cursos organizados y en la presencia en las aulas de la Hispalense, como una disciplina más ofertada por el SADUS.

Pero más allá del toreo ensayado al aire en el albero de Espartinas, fue la palabra pausada y la memoria de Curro Romero la que centró la jornada. Viendo torear a los alumnos -algunos llegados de Italia o Alemania- Curro recordó sus inicios: "a mi me gustaba más embestir que torear y dicen que lo hacía muy bien, acababa con el estómago en la espalda". El hielo estaba roto y el grupo, comandado por Dávila Miura, Rafael Peralta y Ignacio Moreno de Terry, se entregó pronto a las vivencias del camero, que alabó las virtudes del toreo de salón: "así se inventa uno los toros, yo toreé de salón todos los días hasta el día de mi retirada". Romero rememoró aquellos días de preparación cuando tenía su "cuartel general" en Marbella y se venía a Sevilla después de las navidades a preparar la temporada en el campo. "Me gustaba estar solo toreando, desde siempre. Cuando llegaba a Sevilla me iba a los pinares de Aznalcázar, donde no viera a nadie y me llevaba mi capotillo y mi muleta. Buscaba un sitio que fuera escondidillo y me pasaba toreando un par de horas y a veces hasta me daba oles a mí mismo".

Ese tono de complicidad con los alumnos -de toda edad, sexo y condición física- se mantuvo durante el coloquio entero. Dávila Miura ya le había advertido que la génesis de estos cursos se basaba "en la inquietud de mucha gente por coger un capote y una muleta". Así lo supo ver Romero, que animó a estos lidiadores de fin de semana a "sentirse toreros y actuar con sentimiento". Ese sentimiento fue puesto encima de la mesa por el camero como motor de una vida en la que, según su apreciación, "antes que toreros tenemos que aprender a ser personas".

El hechizo era un hecho y Curro se esplayó relajado poniendo grandes dosis de humor en una charla que se acabó convirtiendo en una tertulia entre amigos. "Cuando se aprende la técnica del toreo se conoce y se valora mucho más lo que hacen los toreros en el ruedo", señaló el diestro que relató a los aficionados prácticos aquellos tiempos de tentaderos, "que me gustaron cada vez más según pasaba el tiempo". Eso sí, recordó Curro: "pedía a los ganaderos que me echaran unas vacas para mí solo y les daba veinte o treinta pases, sin apurarlas. Los aficionados se enteraban y estaban deseando hacer tapia cuando estaba yo porque se hartaban de torear".

Romero también evocó los tiempos de estrecheces en los que empezaba a entrenar con los torerillos de Camas. "Yo fui torero por fatigas, no quería para nada los dos duros que me daban en el cortijo de los Queipo de Llano por cuidar a las bestias. Pero tenía que ayudar en casa y la verdad es que fui torero porque quería cambiar esa situación".

El tiempo pasó desde aquel lejano debut en la desaparecida plaza de la Pañoleta, enterrada bajo la red viaria del 92. Curro Romero no volvió a ponerse delante de una res brava después de aquel sorpresivo adiós del año 2000. Tampoco ha podido volver a torear de salón porque no le dejan algunos achaques inevitables pero aún acaria los trastos del oficio, "y me gusta ver mi ropa de torear en un cuarto de mi casa. Me siento allí tranquilo y me paso el tiempo....".

  • 1