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Los abrazos rotos del socialismo

Griñán estuvo efusivo con Rubalcaba, frío con Chaves y gélido con Micaela Navarro

el 05 may 2012 / 20:02 h.

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Cualquiera que presenciase ayer la toma de posesión de José Antonio Griñán como presidente de la Junta sin conocer la composición de su Gobierno -que ya estaba en todas las webs- podría haberse hecho una idea tan solo mirando las caras y los gestos de los allí presentes. Simplemente con observar el tipo de abrazo, uno podía adivinar quiénes eran los vencedores y los vencidos, quiénes se quieren tener cerca y quiénes cuanto más lejos mejor. Abrazo frío -institucional- el que se dieron Griñán y su antecesor, Manuel Chaves. Su relación nunca será la misma de antaño.


En un efusivo abrazo se fundieron el presidente andaluz y el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, antes y después de prometer el cargo. Parece que el líder de los socialistas le ha perdonado que en el congreso federal apoyara a su adversaria. Carme Chacón también estuvo en el solemne acto y se abrazó fuertemente con la secretaria de Organización del PSOE-A, Susana Díaz, que fue la que movió los hilos para recabar votos para la catalana. Los favores se agradecen, aunque la operación resultara fallida. Más tarde, la exministra de Defensa escribió un tuit en el que afeaba a Javier Arenas, líder del PP-A, que no hubiera asistido a la toma de posesión. "Valentía y respeto. Siempre, dar la cara". ¿Se refería a ella misma? Si hay una imagen que hablaba por sí misma era el malestar palpable de la que ha sido un referente del Gobierno andaluz desde 2004, Micaela Navarro. La abrupta salida de la Junta de la exconsejera de Igualdad, a la que todos querían darle un abrazo de consuelo, se entiende como un ajuste de cuentas por haber apoyado abiertamente a Rubalcaba. Ella era, además, la apuesta de Ferraz para sustituir a Griñán si fracasaba estrepitosamente el 25-M.


Pero ese día la izquierda andaluza contuvo el avance que parecía imparable del PP y el resultado es conocido: un Gobierno de coalición PSOE-IU. El presidente andaluz no mencionó a su socio en el discurso de ayer y se refirió a un "Gobierno de coalición con todos los andaluces". Defendió lo público y apostó por el consenso y la lealtad institucional. Pero lo más comentado de su intervención, lo más tierno, fueron las palabras que dedicó a los suyos. "Todo lo que soy se lo debo a mi familia", aseguró. Griñán lamentó emocionado que su madre "no tenga la salud" para haber presenciado su toma de posesión -en la anterior sí estuvo-. Destacó el "inmenso apoyo" de su mujer, María Teresa, de la que dijo que tiene un "enorme talante" y que, pese a los muchos años de convivencia, todavía le sorprende. Dio las gracias a sus tres hijos por "quererme como me quieren" y a ellos y a sus nietos les pidió perdón por "tantas horas de atención robada, tantos sinsabores y tantas palabras sin decir" por culpa de la política.


apretados. En un día de fuertes emociones como el de ayer, los políticos querían achucharse y les resultó fácil porque estaban como sardinas en lata. En el salón de usos múltiples del Parlamento, que cada vez se queda más pequeño para actos de esta enjundia que nadie quiere perderse, no cabía un alfiler. Estaban ex, como Rosa Aguilar o Manuel Pérez Yruela, y nuevos, como Elena Cortés (IU), consejera de Fomento; y otros rescatados, como Luis Planas para Agricultura y Medio Ambiente. Rosa Aguilar llegó con Concha Caballero, exportavoz de IU en la Cámara cuya salida también tuvo mucho de bronca interna. Estuvo un rato desmintiendo su entrada en el Gobierno andaluz, a la que algunos, incluso, situaban ya en Presidencia. "Vengo de invitada", repetía. Por cierto que a Aguilar, exconsejera de Obras Públicas, no le hizo mucha gracia el nombramiento para este mismo departamento de la que fue concejal de su equipo en el Ayuntamiento de Córdoba, Elena Cortés.


El otro consejero de IU, el de Turismo, Rafael Rodríguez, no asistió al acto y tampoco el titular de Justicia, Emilio de Llera. Al líder de IU, el flamante vicepresidente del Gobierno, Diego Valderas, se le veía contentísimo pero aplaudía con dificultad por la escayola de su mano. Él no pudo dar muchos abrazos.

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