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Los fantasmas de Sevilla

De tanto en tanto vuelven a saltar a la calle en Sevilla los rumores sobre casas o casonas con fantasmas, tal vez porque Sevilla es una ciudad que los tuvo desde hace muchos siglos. Por las calles de la Alfalfa debe seguir el alma en pena de Pedro I y quizás el de Doña María de Padilla vaga...

el 15 sep 2009 / 21:10 h.

De tanto en tanto vuelven a saltar a la calle en Sevilla los rumores sobre casas o casonas con fantasmas, tal vez porque Sevilla es una ciudad que los tuvo desde hace muchos siglos. Por las calles de la Alfalfa debe seguir el alma en pena de Pedro I y quizás el de Doña María de Padilla vaga por las traseras de la calle San Fernando, cerca de la tapia de la huerta de la Alcoba; el espíritu de Maese Pérez se apoyará en el quicio de un Arco de San Felipe que ya no existe y caminando calle arriba, calle abajo en Santa Clara continuará la sombra de Don Fadrique sin querer acercarse a su torre. Américo Vespucio buscará, incansable y vanamente, la lápida de su sepulcro y Don Juan un cincel para grabar la cruz en el suyo.

Todos esos espíritus vagabundean por las plazuelas desoladas pero no son ellos los que hacen sonar las puertas ni los que provocan extrañas corrientes de viento, ni los que pasan con una palmatoria encendida tras las ventanas de los palacios deshabitados. Estoy convencido de que esos fenómenos los producen otros: todos aquéllos a los que Sevilla dio de lado, condenándolos al territorio desmesurado de la No-historia. Almutamid e Itimad tras hacer de Sevilla una ciudad, el Doctor Constantino y los protestantes que tradujeron la Biblia.

Los jesuitas expulsados con oprobio después de haber enseñado a los hijos de todos los ilustres, los ilustrados a los que nadie reconoció su ciencia, los liberales que fueron silenciados, el abuelo de los Machado y sus compañeros de claustro, los médicos higienistas, los krausistas? Todos ellos vagan por donde pueden pidiendo la entrada en la Historia, la existencia inmortal en la memoria de la ciudad. Y Sevilla, que los repudió, achaca las luces, ruidos, ventoleras y gritos a fantasmas anónimos. Almas desaprensivas que no son de aquí.

Antonio Zoido es escritor e historiador.

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