Cultura

Peridis: «Los reyes fascinan porque son el poder absoluto, y lo queremos todos»

El rey Alfonso VIII, vencedor de las Navas de Tolosa, es el protagonista del debut como novelista de José María Pérez González, ‘Peridis’.

el 16 dic 2014 / 16:00 h.

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Peridis / José Luis Montero Peridis / José Luis Montero

Todo el mundo conoce al dibujante Peridis (Cabezón de Liébana, 1941), algunos menos su faceta de arquitecto restaurador de iglesias, pero hasta ahora nadie sabía que José María Pérez González también fuera novelista. Con Esperando al rey (Espasa) ganó este año el premio Alfonso X de Novela Histórica. «Estamos que nos salimos», dice celebrando su séptima edición.

—Sorprendió con su libro sobre las catedrales, pero una novela no la esperábamos... —¡Ha sido una sorpresa también para mí! La novela es una cosa muy seria, es el Miura de la escritura. Tienes que tener personajes, intriga, interés para el lector, y al lector se le interesa por la vida. Una buena novela es un entramado de vida, es en sí misma arquitectura.

—¿Le ha ayudado ser arquitecto? —Sin duda. Una novela tiene una escalera principal, que es el protagonista, y escaleras de servicio, que son los secundarios. En medio están los pisos, que son las situaciones. En novela histórica, esos pisos son los acontecimientos y las fechas. ¿Qué pasa? Que todos los personajes quieren ser protagonistas. ¿Y qué tiene que hacer el escritor? Retirar los andamios y los escombros. Hacer habitaciones cómodas para los personajes y funcionales para los lectores.

—¿Y la viñeta diaria, le ha dado herramientas al Peridis novelista? —También, porque tienes que contar una historia con dibujos. Hasta ahora he escrito siempre dibujando, esta vez era al revés. Ha sido un cambio como de la noche al día, enfrentarme a un nuevo medio expresivo. Yo había contado la Edad Media en una serie de televisión, pero disponía de la imagen y con la música, claro... Aquí solo tenía la palabra y al lector, que tiene que colaborar contigo.

—En España ya nadie se declara monárquico, pero hay que ver lo que gusta un juego de tronos. ¿A qué se debe esa fascinación por los reyes? —Porque encarnan el poder absoluto. Es lo que queremos todos: en casa, en la cama, con los hijos... Y estos quieren destronarte, claro, son unos sinvergüenzas. Los reyes son también la expresión de la virilidad, el macho dominante. A ellas, por cierto, también les encanta que las llamen reina mía...

—¿Qué le hizo, de la vasta Edad Media, decantarse por un rey como Alfonso VIII? —Era el que reinaba en la época que me interesaba. Es un tiempo fascinante en el que el monasterio de Aguilar de Campoo pasa de ser decadente a ser gestionado por clérigos, benedictinos primero y luego cistercienses, y entra en Europa como entró España de la mano de Alfonso al casarse con Leonor. Aquello fue como la entrada en la moneda única. Además, el siglo XII es el que ve construirse el pórtico de la Gloria, pintarse San Isidoro de León, y erigirse las grandes catedrales románicas. Yo quería hacer una novela sobre mi pueblo pero como pasaba por ahí la Historia de España, acabé haciendo una historia sobre la lucha por el trono entre los Lara y los Castro, Aragón y Castilla...

—Afirma usted que la historia deEspaña se jugó a los dados, con Alfonso, en las Navas de Tolosa. ¿Por qué, entonces, resulta tan desconocido este personaje? —Si llegan a ganar los almohades, en efecto, la Reconquista hubiera sido al revés. A Alfonso creo que le faltó llamarse de otra manera. En esa época todos los reyes son Sanchos, Fernandos o Alfonsos, y ellas Urracas, Sanchas o Teresas. Isabel es otra cosa, descubre América y toma Granada... Pero la Historia es aburrida y repetitiva, y solo los grandes personajes y los acontecimientos relevantes quedan. Además, no hemos tenido un Shakespeare que haya hecho con los reyes grandes tragedias.

—¿Cómo dibujaría a Alfonso? —Con los rasgos de nuestro rey actual, quizás a caballo y con la cruz en el pecho. Era una persona necesitada de afecto, no tuvo padre ni madre, le pusieron cuatro tutores y lo casaron con 14 años...

—No quedará aquí el novelista Peridis, ¿no? —Espero, porque no solo no me he quitado el capricho, sino que me ha entrado el vicio. Siempre quise ser como Sampedro oSaramago, un escritor de la experiencia, no de la documentación. Carezco de su maestría, pero todo lo que escribo lo he vivido.

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