No se hablaba de otra cosa y nadie se explicaba lo ocurrido. En el bar de la esquina, en el que era habitual ver a Chari y Valeriano desayunar o tomar una cerveza, también se formaban continuas minitertulias entre vecinos del bloque o de los edificios anexos. "Yo escuché mucho jaleo y las ambulancias y me asomé, pero no sé nada", explicaban algunos que rehuían a las cámaras y los micrófonos. Otros sí apuntaban algunos detalles de la familia, a la que la mayoría conocía al menos de vista porque vivían desde hace 25 años en el barrio.
Todos trataban de recordar si alguna vez vieron alguna actitud que hiciera presenciar tan fatal desenlace, ya que la opinión generalizada es que eran una "pareja normal", muy "agradable", que siempre "iban juntos a todos lados" y a los que no se había visto discutir ni "un mal gesto", al menos en público. Solo algunos vecinos reconocían que desde hace un tiempo veían a Valeriano "más delgado". "Había perdido la barriga", relataba una vecina que estuvo "tomando algo" con su marido y la pareja hace unos días. "Yo le pregunté si estaba a dieta o malo y dijo que había dejado la cerveza porque tenía el colesterol alto. De hecho los dos bebieron cerveza sin alcohol". Maribel, la vecina de enfrente a la que avisó el hijo también había detectado que "últimamente se le veía a él un poco deteriorado físicamente". Haciendo memoria también recuerda que "bebía, no mucho pero sí todos los días". A ella reconoce que últimamente la veía poco. Hace un año la operaron de una hernia de disco y en los últimos tiempos había tenido a su madre enferma y a una hermana a la que "iba a ayudar muchos días". Chari tenía varias hermanas. Algunas de ellas se acercaron la madrugada al lugar. De ellas y sus maridos e hijos provenían algunos de los gritos y llantos que los vecinos oyeron por la noche. Lo que no sabía nadie, ni siquiera los que más relación tenían con la pareja, es que Chari quería separarse.
El bloque, de siete plantas con cuatro pisos por planta, se encuentra dentro de una manzana cerrada, peatonal y por tanto bastante tranquila. El precinto policial y el serrín en la acera de la calle Rafael Cansinos Assens, a la que también da el bloque, era ayer el único signo evidente de lo que había pasado. En la puerta del piso, en la cuarta planta, apenas una cinta adhesiva azul, también puesta por la Policía, tapaba la cerradura.