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María Pagés o la arquitectura en movimiento

  • Teatro de la Maestranza de Sevilla. Mirada.
  • Compañía: María Pagés.
  • Coreografía: María Pagés y José Barrios.
  • Música Original: Rubén Lebaniegos, José Carrillo Fyty, Isaac Muñoz, María Pagés.
  • Letra: Popular, García Lorca, Lebaniegos, Pagés.
  • Aforo: Lleno.
  • Clasificación: ****

el 30 jun 2010 / 09:26 h.

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María Pagés tuvo momentos mágicos en las seguiriyas y en las alegrías.

Más Argentinita que Macarrona, más Pilar López que Carmen Amaya, más Cristina Hoyos queMatilde Coral, María Pagés es desde hace años la gran coreógrafa del baile flamenco, o sea, la gran creadora. Dicen que a la de Triana le falta pellizco, alma, flamenquería, pero la verdad es que le pega unos torniscones al baile que cuesta entender a quienes la consideran un témpano.

No deja nada a la improvisación, pero es que no puede inventarse sobre la marcha una obra de arte como Mirada; se puede improvisar un desplante, una parada, una pose, una pirueta, pero no una obra de ingeniería flamenca. María Pagés es algo más que bailaora y coreógrafa: es una contadora de historias visuales que unas veces nos lleva a un tablao, otras a un café cantante del XIX, otras al cine y otras a la ópera o a un club de jazz neoyorkino. Pero eso hay que saberlo hacer y en esta obra, una vez más, la bailaora demuestra su gran sensibilidad artística para montar los bailes en una armonía perfecta con la música, las luces, el vestuario, la ocupación casi matemática del escenario, la maestría a la hora de mover el cuerpo de baile, como si se tratara de una obra de arquitectura en movimiento. ¿Eso es arte o no es arte? ¿O arte es levantarse las enaguas y soltarse el moño y darse una vueltecita por bulerías?

Mirada, la obra que anoche gozamos en el Maestranza y que el público despidió en pie, lleva el sello de María Pagés. Don Juan Valderrama solía decir que hay que tener un sello, aunque sea de Correos. Como es una obra creada para hacer una especie de balance de los veinte años de la fundación de su compañía de baile, en ella hay cosas que nos resultan familiares, pero hay mucho trabajo coreográfico y novedades como el precioso poema escrito por la propia artista, con el que inicia Mirada.

Sólo una artista como ella, con ese cuerpo que parece tallado por Ruiz Gijón o Martínez Montañés, que se cimbrea como un junco de la marisma, puede bailar un texto así. Tan hermoso preámbulo no podía tener sino momentos maravillosos, piezas colosales de bailes como la Seguiriya del olivo, que María saca desde abajo, quieta de pies y moviendo los brazos y la cintura de una forma muy honda, y transmitiendo como los viejos seguiriyeros. Es uno de los grandes bailes de María en esta obra, en la que desapareció quizás demasiado del escenario para que el cuerpo de baile enfriara lo que ella encendía.

Las alegrías, Alegría a color, es otra maravilla, un baile lleno de sensualidad y ritmo, de bellas estampas de gran colorido y una plasticidad extraordinaria en los movimientos. Las seguiriya y las alegrías es lo más flamenco, lo de más valor artístico, sin desmerecer esas otras piezas en las que María Pagés nos introduce en un mundo mágico de violines y recursos escénicos, con su silueta ocupando todo el proscenio y la voz celestial de la Calas. Todo lo que no es flamenco, es de cine, de ahí que la obra embelese unas veces, emocione otras y entretenga siempre.

Como en cada obra de la coreógrafa de Triana, en la coreografía Radio, con la voz en off del actor Juan Diego y textos de María, encontramos lo más novedoso, una especie de viaje narrado desde una radio en la que suenan las músicas Shosthakovich, Granda, Piazzola, Bellini, Louis Amstrong, Tom Wats y Camarón de la Isla.

Francamente ingeniosa esta preciosa coreografía, que dio paso a una divertida fiesta por bulerías para celebrar esas dos décadas de la Pagés y su compañía por el mundo. Motivos tiene para celebrar su aventura de veinte años, porque forman un grupo humano inmejorable, con músicos tan notables como el joven Rubén Lebaniegos y José Carrillo Fyty, y cantaores tan interesantes y profesionales como Ismael de la Rosa y, sobre todo, Ana Ramón, que hace brillar los luceros cuando canta.

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