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Memoria de Demófilo

El 4 de febrero de 1893, tras haber vuelto ya muy enfermo de un Puerto Rico aún español, llevaban a enterrar en Sevilla a Antonio Machado Núñez, Demófilo, que 10 años antes comenzó a poner en valor el cante flamenco intuyendo que en el rompecabezas...

el 15 sep 2009 / 22:07 h.

El 4 de febrero de 1893, tras haber vuelto ya muy enfermo de un Puerto Rico aún español, llevaban a enterrar en Sevilla a Antonio Machado Núñez, Demófilo, que 10 años antes comenzó a poner en valor el cante flamenco intuyendo que en el rompecabezas de coplas sueltas, conservadas por la siembra del azar en la memoria, estaba parte de la Historia del pueblo. Mientras se consagraba a fijarla, de él sólo quedó memoria en los breves recuerdos periodísticos de tres o cuatro amigos y en los versos o notas de sus hijos.

Mientras las modas culturales de su tiempo favorecían y magnificaban los cortejos angélicos y las cohortes romanas en las procesiones de Semana Santa, llevaban grandes óperas con cientos de personajes a los teatros y complicaban el ceremonial de las corridas de toros, Demófilo no buscaba objetos enteros sino fragmentos; se interesaba por los restos de coplas y de escalas musicales como los arqueólogos por los pedazos de fuste o el capitel roto de una columna. Así le fue: Colección de Cantes flamencos y Los cantes flamencos, los libros donde recogió esa arqueología literaria, se vendieron con mucha más pena que gloria.

Pero la cuestión es que lo que triunfaba pocos años después -aquí o en Chicago y Nueva York- eran los versos del flamenco y el jazz que, movidos por la improvisación y mecidos en raros melismas, nacían de gargantas sin nociones de bel canto. En todas partes se honra a los padres de las patrias, de las ciudades, de las ciencias y las ideas; Sevilla es diferente y, en medio de la actividad febril por promocionar el flamenco en los cinco continentes, no recuerda la de éste; su memoria casi queda reducida a la del certificado de su enterramiento que lo situaba en una sepultura de segunda clase, número 32, grupo 41 izquierda, cuarta cuartelada del cementerio de San Fernando.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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