Cultura

Nada es lo que parece

Lugar: Teatro Central, 13 y 14 de marzo. Obra: La calma mágica. Compañía: Centro Dramático Nacional/ Tanttaka Teatroa. Texto y Dirección: Alfredo Sanzol. Interpretación: Sandra Ferrús, Mireia Gabilondo, Aitzber Garmendia, Aitor Mazo, Iñaki Rikarte. Calificación: ****

el 14 mar 2015 / 17:50 h.

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El teatro de Alfredo Sanzol se caracteriza por dar luz a sus miedos, sueños y frustraciones. Pero todo ello representa pulsiones y sentimientos propios del hombre contemporáneo. De ahí que despierte la identificación del espectador. Es justo lo que consigue esta obra, una comedia divertida, inquietante y emotiva. Fiel a su estilo, Sanzol conforma la dramaturgia con una serie de sketches que se suceden sin un orden aparente. Con ello imprime un ritmo vivo, aunque aquí se resiente, sobre todo al final, cuando la poesía se adueña del drama y el absurdo desaparece para adentrarse en los complejos vericuetos del amor. Hasta entonces el relato nos proponía un juego de rupturas partiendo de una premisa disparatada: el protagonista, alter ego del autor, abatido tras la muerte de su padre decide dar un giro a su vida y acude a una entrevista de trabajo. Allí es incitado a ingerir unos hongos alucinógenos. A partir de ahí viaja a su mundo interior, donde se alojan sus miedos y sus sueños frustrados. Todo apunta a un discurso surrealista, pero lo que la obra reproduce es una estampa psicológica impregnada de humor, gracias a la envoltura de la alucinación. En ese sentido llama la atención la escasez de imágenes y la neutralidad de la escenografía, de aparente corte minimalista. Pero como en esta obra nada es lo que parece, el minimalismo se rompe con una ventana central que delimita varios ambientes en complicidad con la iluminación, y en un extremo del escenario una serie de estanterías desvencijadas imprimen una fuerte impronta de realidad. Una impresión que se adueñará del espacio cuando el protagonista acaba hablando con su padre. Lástima que esa escena abuse de la duración y el discurso, aunque poético y emotivo, acabe cayendo en un ejercicio de sublimación evidente. Cabe destacar la excelencia del reparto. Sandra Ferrús colma a su personaje de pasión y vitalidad, Aitor Mazo consigue dotar a su papel de una brutalidad colmada de comicidad; Mireia Gabilondo borda el carácter enigmático de su personaje; Aitziber Garmendia da una espléndida réplica a Oliver, un personaje complejo que Iñaki Rikarte perfila con una curiosa vis cómica.

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