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No es la economía, es la ideología

En ocasiones sentimos una sensación vaga, pero al mismo tiempo angustiosa. No sabemos exactamente qué está pasando. Pero, paradójicamente, todos aceptamos, en mayor o menor medida, ser el destino de una suerte de desgracias y fatalidades. Desventuras, cuyas inevitables secuelas se van dejando rápidamente notar en un número creciente de damnificados...

el 15 sep 2009 / 21:43 h.

En ocasiones sentimos una sensación vaga, pero al mismo tiempo angustiosa. No sabemos exactamente qué está pasando. Pero, paradójicamente, todos aceptamos, en mayor o menor medida, ser el destino de una suerte de desgracias y fatalidades. Desventuras, cuyas inevitables secuelas se van dejando rápidamente notar en un número creciente de damnificados. Infortunio, que camina junto a una poderosa resistencia a quebrantar la norma impuesta.

Permitimos que haya quienes nos piensen. Y que sus pensamientos nos conduzcan hacia lugares insoportables, por donde deambulamos perdidos. Ya sea la guerra, ya sea esta crisis severa, todo nos viene dado. No es la economía. No seamos estúpidos, es la ideología. Hay demasiado catálogo de fe en la forma en que se presentan los hechos. También, en cómo se les hace frente. Asumimos como inevitables los designios previamente fabricados o resultado de comportamientos irresponsables.

Y aún así, quienes causaron o permitieron el daño solicitan nuestro concurso. El daño está hecho -nos dicen-, sólo queda soportarlo. Y cínicamente nos reclaman una solidaridad espuria. A que consumamos, nos exhortan. Que comprar -divulgan- no es gastar, es compartir. Que vivir, es consumir.

El escritor chino y Premio Nobel de Literatura Gao Xingjiang, interrogado en una ocasión sobre los "ismos" en los que se sumergen las diferentes ideologías, respondió: No hay que dejarse cegar por las supersticiones. Hay que ser impermeable a las autoridades, a las corrientes; resistirse al peso de las ideologías.

Yo llamo a eso escapar de los 'ismos', lo que significa oponerse a cualquier dictadura, se llame ésta fascismo, comunismo, nacionalismo, racismo, integrismo. No ser portaestandarte, ni lacayo. No ser esclavo de un "ismo" no es una cuestión de empirismo, ni de relativismo, ni de nihilismo, eclecticismo, anarquismo o pragmatismo: es un rechazo al aplastamiento del ser humano como si fuera la última de las basuras. Es también, oponerse a la siembra de un terreno indeseable pero fructífero, la ciénaga del escepticismo.

Ante ello, podemos optar por la indiferencia, la pasividad o, por el contrario, por una actitud positiva, crítica, activa. Rabindranath Tagore afirmaba que tenía su propia versión del optimismo, esa poderosa herramienta. Si no puedo cruzar una puerta -decía-, cruzaré otra o haré otra puerta. Algo maravilloso vendrá, no importa lo oscuro que esté el presente.

En unas de sus canciones Silvio, el rockero sevillano, denunciaba que tú y yo, todos, "somos víctimas propicias de una antigua maldición / hemos de ganar el pan con el propio sudor". Y fiel a su filosofía de vida, murió viviendo, daba una salida airosa a tan fatal sentencia. Continuaba su canción diciendo: "Menos mal que aquí en Sevilla / la vida tengo ganada / porque con tanto calor / sudo aunque no haga nada". Tal vez, sólo tal vez, debamos asumir mayor protagonismo. Oponernos a lo absurdo con respuestas sensatas. Quizá, debiera permitírsenos avanzar hacia lo deseable. Hacia aquello por lo que merezca la pena vivir y compartir la vida.

Doctor en Economía

acore@us.es

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