No podía ser más romántico un programa centrado en los sensacionales paisajes, el clima sombrío y las nebulosas montañas de Escocia; y no podía estar mejor escogido el título, pues de impresiones muy distintas se trataba. Las puramente evocadoras, personales y muy subjetivas, sin estar necesariamente inspiradas en su folclore, de Mendelssohn, frente a la mera exposición de descripciones paisajísticas a través de canciones y danzas tradicionales escocesas bajo el aséptico tratamiento de Bruch en forma de temas y variaciones.Un trabajo que la sensacional y racial violinista madrileña Leticia Moreno desgranó con brío, excelente técnica y una capacidad asombrosa para modular, frasear y cambiar de registro con tanta naturalidad como el fluir del agua en esos highlands evocados durante toda la noche, mostrándose especialmente lírica y emotiva en su exposición del Auld Robin Morris que enmarca la partitura. El director húngaro György Ráth, que durante los seis primeros años de andadura de nuestra orquesta la dirigió en siete ocasiones, la arropó con sumo respeto e inusitada atención al detalle y al volumen.Ráth, que durante aquellos años ya lejanos se perfiló como estupendo intérprete de Bártok, ofreció un Mendelssohn apoyado más en la delicadeza y la intensidad lírica que en la musculatura. Así La gruta de Fingal fue dinámica y envolvente más que vigorosa y densa, mientras la Escocesa se reveló como un sorprendente crisol de sensaciones y emociones, perfecto acompañamiento de esa épica diseñada por Walter Scott, atmósférica y majestuosa, llena de viveza, calidez, energía y, en definitiva, entusiasmo romántico.
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