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Policías antidroga, año cero

La Udyco no ha remontado desde que fue desmantelada a raíz de las acusaciones contra varios policías

el 16 abr 2012 / 19:36 h.

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Un policía de paisano muestra parte del alijo de 11 toneladas de hachís decomisado por la Udyco en enero de 2009.

Los grupos antidroga de la Policía Nacional recibieron en 2008 un mazazo brutal cuando se descubrió que de sus almacenes se habían llevado más de 150 kilos de cocaína y heroína, y que tenía toda la pinta de haber sido un robo desde dentro. De aquello se terminó acusando al expolicía Lars Sepúlveda, todavía pendiente de juicio, y a tres compinches. Pero la investigación que inició la unidad de Asuntos Internos de la Policía fue generando un cúmulo de dudas que terminaron haciendo caer a la Unidad Contra la Droga y el Crimen Organizado, la antes prestigiosa Udyco de Sevilla, como si fueran las fichas de un dominó.


Las sospechas que recayeron sobre los policías que tenían acceso a la droga -que eran todos, y que fueron sometidos sin excepción a pruebas de ADN para descartarlos-; las acusaciones de los narcotraficantes con los que se relacionaban en su trabajo; y otras investigaciones paralelas en las que los sospechosos se referían a ellos acabaron por cristalizar en una durísima investigación interna sobre otros ocho policías antidroga, que fueron apartados de sus funciones.


Tres fueron acusados de ocultar el robo de los 150 kilos, entre ellos el máximo responsable antidroga de Sevilla, el inspector jefe Francisco T., al que también se le atribuyó el haber favorecido a un clan de narcotraficantes de Dos Hermanas, Los Barriga, que decían ser sus confidentes. Otros cinco, todo el grupo VII, dedicado al Mediano Tráfico de Drogas, fue vinculado por Asuntos Internos con el robo de otro alijo, después de que los investigadores escuchasen, durante los pinchazos telefónicos con los que investigaban a otros traficantes, cómo un sospechoso aludía a uno de los policías del grupo.


Hoy, más de tres años después, todos esos policías han sido exonerados de culpa en los juzgados, antes de llegar siquiera a juicio, salvo en el caso del jefe de la Udyco que resultó absuelto de los dos acusaciones. Pero la unidad antidroga, que se remodeló para librarla de toda sospecha y se rehizo con policías jóvenes y un nuevo jefe, ya destituido, no despega. Integrada por agentes sin experiencia en la calle ni contactos en el mundo de la droga, y más temerosos que antes a la hora de realizar su trabajo, la Udyco no ha vuelto a conseguir los resultados que lograba antes, cuando incautaba enormes alijos. Por no hablar del desprestigio sufrido por la unidad y por los propios policías procesados.


La cuadratura del círculo ha llegado este mes, cuando el máximo responsable de la Udyco, Francisco T., ha vuelto a su cargo. Tras un exilio en la comisaría de la Alameda dedicado a funciones de seguridad ciudadana, pidió regresar a su puesto, que se había quedado libre. Y al haber sido absuelto en febrero de la segunda de las acusaciones en su contra, nada lo impedía. Tras su particular bajada a los infiernos, el jefe de la Udyco vuelve a estar donde estaba hace tres años, aunque ahora deberá comenzar de cero si pretende resucitar a la maltrecha brigada antidroga.No es el mismo caso que el del resto de los policías. Los primeros investigados junto a Francisco T. acusados de ocultar el robo de la droga fueron dos de sus jefes de grupo, que al ascender a inspectores jefe pidieron otro destino, alejado de la lucha contra el tráfico de estupefacientes.

De los cinco integrantes del grupo contra el Mediano Tráfico de Drogas, quien fuera el principal sospechoso, implicado en tres asuntos de los que ha sido exonerado, terminó por apartarse del cuerpo. Se le había vinculado con un grupo de narcos y terminó imputado porque en una operación en la que se detuvo a 11 personas y se incautaron 1.500 kilos de hachís su nombre fue mencionado en unas escuchas telefónicas. Varios implicados eran amigos suyos de la infancia, y uno dijo haberle pedido ayuda. Él siempre mantuvo que nunca se la prestó. Más tarde, su socio en otro negocio fue detenido con anabolizantes y con una cantidad más pequeña de hachís, un kilo y medio, de la misma partida que varias toneladas que había decomisado el grupo al que pertenecía el policía, por lo que fueron imputados tanto él como su jefe de grupo, como último responsable de la custodia de la droga intervenida.

Por último, un traficante acusó a varios policías del mismo grupo de haberse quedado con parte de un alijo de droga, y tanto el agente como su jefe y otro policía más resultaron imputados. Los tres procesos fueron investigados por tres juzgados diferentes, y en todos los casos se archivaron al no encontrarse pruebas de delito. Los dos policías acusados junto a él tiene ahora destinos apartados del trabajo operativo.


Las acusaciones contra este grupo abrieron además una profunda grieta entre los policías de la Jefatura de Sevilla y el grupo de Asuntos Internos, al que tanto los policías señalados como varios sindicatos policiales acusaron de perseguir sin motivo a los agentes. El Sindicato Unificado de Policía (SUP), que había aplaudido el arresto de Lars Sepúlveda y afirmó que pese a haber sido policía debía pagar por el robo si realmente lo había cometido, con el resto de las acusaciones puso pie en pared. Consideró excesivos los métodos usados para investigarlos y recordó que los policías imputados habían colaborado en las pesquisas que llevaron hasta Lars Sepúlveda, el imputado por el robo de la droga de los calabozos de la Jefatura. Fuera de micrófono calificaban claramente como "una barbaridad" que policías como Francisco T., con un curriculum intachable, pudiera haber cometido los delitos de los que se le acusaba.


En lo que también insistían, y ahora se ve, es en que trabajar con traficantes es una labor ardua y complicada, que exige ganarse su confianza para conseguir información, y eso puede situar a los investigadores en la frontera de la duda. Los policías que ahora integran la Udyco, que son novatos en la materia, no han logrado aún hacerse con esas fuentes, si es que tratan de hacerlo: alertados por lo ocurrido a sus compañeros, los agentes parecen trabajar ahora menos pegados a los bajos fondos. Por eso en la Jefatura a nadie le extraña que ya no haya decomisos de 11 toneladas de hachís como el que interceptó la Udyco en enero de 2009. Su antiguo jefe, de vuelta a su puesto, tiene ahora la tarea de comenzar desde cero para volver a lograr esos resultados.

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