Cofradías

Por los caminos lentos

El carretero de Umbrete da una lección de maestría sacando el cajón del Vado de Quema

el 23 may 2012 / 21:47 h.

El cajón de madera de Umbrete sale del vado de Quema arropado por sus peregrinos.
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Esas sevillanas que hablan de los carreteros que "hacen los caminos lentos" deben estar dedicadas a Miguelillo, Miguel Loma. Sin prisas, pausadamente, como si en el más llano de los terrenos se encontrara, mandó a Alegría y a Madroño, sus bueyes, subir el cajón de Umbrete tras el intenso rato de rezos por sevillanas, salves y vítores vividos en el emblemático Vado de Quema.

"¡Vamos para arriba, Miguelillo!", le arengaba un rociero de su pueblo. Y sí, para arriba, pero sin esas carreras que hacen de esa empinada cuesta, que ayer hasta parecía haber perdido desnivel, los cien metros lisos inclinados. "Para subir no hay que correr. Hay que ir muy tranquilito", explicaba cumplido el rito con suma sencillez y mayor espectacularidad.

Los charrés y una carreta tirada por cinco mulos sí que subieron a la carrera... mientras le dedicaban a Miguelillo otras sevillanas de carreteros y el cajón centenario avanzaba con el Simpecado pausadamente.

La hermandad llegó una hora tarde sobre el horario oficial a este punto en el que el Guadiamar se hace transitable para los romeros, custodiado por un templete de la Virgen del Rocío, en el término municipal de Aznalcázar. Aunque de esto no es responsable Miguelillo; simplemente tardaron en retomar la marcha tras el sesteo.

Y esto hizo desesperar a más de uno que aguardaba en las escasas zonas de sombra en las gradas naturales que se forman en este vado situado en la finca de Quema: "Si la última que pasó fue Benacazón antes de las cuatro", comentaban extrañados. Los niños, en cambio, estaban encantados. Este remanso de agua se convirtió en una piscina con poca profundidad en la que mitigar el sofocante calor y jugar.

Pero la espera mereció la pena. Poco a poco todos los charrés, los caballos y las dos carretas se situaron en las orillas del río, y los peregrinos formaron un círculo bien compacto en torno al cajón, justo en el centro del vado. Cantes y rezos se sucedieron, vítores y palmas acompañaron, unos minutos que, a decir de algunos de los espectadores, resultaba largo en comparación con lo que emplean otras hermandades. Unos minutos que fueron una delicia y que, cuando ya la hermandad volvió a andar, tuvieron su prólogo a los pies del famoso repecho, a modo de bis más próximo al público que pudo participar más de estas sevillanas que siempre nombran a la Virgen del Rocío, y continuidad el resto del camino.

Y entre bautizos, llegarían La Algaba, Bollullos de la Mitación, Coria del Río, Olivares y la propia Aznalcázar. Pero una representación de la filial anfitriona en Quema había llegado mucho antes, antes incluso de que pasara Umbrete, para dedicarle un pequeño homenaje a Miguel García, rociero de Benacazón que este año pregonó la romería en Aznalcázar y que, desde que pronunció el pregón en Umbrete, deja en el balcón de su casa un inmenso cartel con los versos finales de su texto para desearle buen camino a los peregrinos umbreteños: "Vosotros sois el Rocío/gente pura en las arenas./Umbrete, siempre Rocío/con devoción rociera./Digo con escalofríos/¡viva el cajón de madera/ y la Virgen del Rocío!".

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