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Sevilla-Córdoba: Nervión, remedio para salir del bache

LA PREVIA. El Sevilla no anda bien. En Getafe se encendió la alarma de un equipo que se está viniendo abajo. Ante el Córdoba necesita reencontrarse y qué mejor que hacerlo en su templo.

el 14 feb 2015 / 09:02 h.

Kolo, Iborra, Arribas y Bacca. (Foto: Inma Flores). Kolo, Iborra, Arribas y Bacca. (Foto: Inma Flores). Al sevillismo debe parecerle un mal sueño o una broma pesada la losa que en menos de un mes le ha caído encima a su equipo. El 18 de enero, a eso de las 11 de la noche, los aficionados abandonaban el Sánchez-Pizjuán con una sonrisa de oreja a oreja. Los hombres de Unai Emery estaban lanzados. Tras derrotar al Málaga, uno de los rivales director por Europa, la atención se concentraba en el primer partido de cuartos de final de Copa. Antes de jugarse, el hincha, que para eso vive de los sentimientos (y paga por vivirlos en directo), ya se imaginaba una hipotética final ante Atlético o Barcelona. Y la Champions, pues también. Las rotaciones de Emery iban a la perfección; los días que no se jugaba tan bien, el Sevilla mostraba fiabilidad y se llevaba los puntos; ni la lista de lesionados importaba. Sin embargo, el fútbol es una siniestra metáfora de la vida, donde en una temporada (como una vida entera) se viven momentos dulces y amargos sin solución de continuidad en el tiempo. Lo blanco se convierte en negro es un abrir y cerrar de ojos, más en una ciudad donde el gris es un color denostado. Las medias tintas, para otros. Así fue llegando la tormenta: la gran decepción de la Copa del Rey, además de tres derrotas en cuatro partidos de Liga (la mitad de las cosechadas en todo el presente ejercicio). En Getafe se tocó la lona. Era el primer día donde el Sevilla no competía como un equipo poderoso, dejándose llevar por un rival mediano y sin poder de reacción en el césped ni en el banquillo. Serio toque de atención parra Unai Emery y los suyos. La competición de la regularidad entra en su fase decisiva, donde los adversarios tienen el mismo ansia de sumar que tú, y cualquier punto que se deje escapar puede echarse demasiado de menos cuando se baje el telón. No obstante, al mal tiempo, buena cara, como dice el refrán. O eso debe pensar un Unai Emery que conoce perfectamente cuál es el remedio para paliar el estado decaído de su equipo: gana. Y, ¿cómo hacerlo? Pues bajo las atentas miradas de los aficionados sevillistas en el templo de Nervión. Como en casa, en ningún sitio. El pasado lunes, 9 de febrero, se cumplió un año desde la última derrota del Sevilla en su estadio en la competición liguera. En todos los torneos son ya once meses. Una fortaleza como local que se ha fraguado con Emery en el banquillo. Ese mérito del entrenador es indiscutible. Ha logrado que sus jugadores se sientan indestructibles ante el calor de su gente, como funambulistas protegidos por una red. Los partidos de casa se afrontan con otra perspectiva y energía. Y para dar una alegría más y que un rayo de sol se cuele en el cielo encapotado del actual Sevilla, José Antonio Reyes regresa a una convocatoria tres semanas después de su lesión. El utrerano es esa cara de la moneda. La depresión sevillista ha llegado justamente en su ausencia. Es el fútbol en toda la expresión de la palabra. De sus botas brotan las ocasiones y los gritos de admiración del público. Es la bandera del actual Sevilla. El Córdoba será el rival de esta tarde. Equipo trabajado y alejado del inocente que dirigía Ferrer en los primeros meses. Djukic le ha cambiado la cara. Y Emery lo sabe. La duda del vasco radica en dónde colocar a Banega: mediocentro o mediapunta. De ahí también parte el fútbol.

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