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Si Eurovegas eligiera Andalucía...

el 03 abr 2012 / 12:24 h.

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Y aquí vemos a las dos grandes comunidades, Madrid y Cataluña, peleándose por acoger Eurovegas e intentando seducir, eufemismo de mendigar -los barriobajeros dirían lamer el culo-, al magnate estadounidense de los casinos Sheldon Adelson, a quien el juego y, de paso, la ludopatía le han granjeado dinero a espuertas para invertir decenas de miles de millones de euros y crear decenas de miles de empleos en la copia de Las Vegas en Europa, en concreto en España. En un país, éste en el que vivimos, con cinco millones largos de parados, es lógico que a los gobiernos se les pongan los ojos como platos ante la oportunidad de hacerse con tamaño despliegue de viciodólares y se presten al juego de la suerte de aquel multimillonario, quien, cual tragaperras, les canta al tiempo que les destella: mientras más insert coin, más posibilidades de llevarse mi megaproyecto.
Y aquí vemos a la prensa de Madrid y Cataluña pugnando por destacar lo mejor de sus respectivas regiones y advirtiendo: tú, gobierno autonómico, cuidado, muévete, mira que el rival ha enviado ya una comisión de autoridades autonómicas a la ciudad de Las Vegas para negociar directamente con el que tiene perras, so carajote, que te quedas atrás, y tú, Ejecutivo de Mariano Rajoy, ni se te ocurra intervenir, escrupulosa imparcialidad, boca cerrada aunque aquel insert coin suponga modificar las leyes (urbanísticas, sanitarias, medioambientales) al gusto del señor. Hagamos la vista gorda pues, de lo contrario, correremos el riesgo de que se le estropee y se nos estropee el negocio.


Imagínense por un momento que no es Madrid ni Cataluña sino Andalucía. Esos del sur, los de Depeñaperros para abajo, los que cobran el PER y están todo el día en los bares, en ferias y en romerías, los palmeros de duquesas y señoritos; esos intentando atraer a tierra patria la viciosa calaña de medio mundo, a la mafia, a las prostitutas y, todos juntos, haciendo de España un país de servicios.

Imagínense, además, a la prensa y a movimientos de toda índole de una Andalucía cainita. No podría venir a Sevilla, lo impediría la altura de la Giralda y la contaminación lumínica que, desde aquí, llegaría hasta la muy lejana Doñana, con los linces cegados con las luces de neón y, por tanto, sin aparearse. No lo permitiría tampoco el Gobierno regional de izquierdas, dado que este tipo de complejos de megaocio no tendría cabida en sus manidos eslóganes de la segunda, tercera, cuarta o quinta modernización de Andalucía -he perdido la cuenta de cuán modernos somos- y de una economía sostenible que, por cierto, sin iniciativas empresariales privadas no se sostiene. No se enviaría una comisión de autoridades a negociar a Las Vegas, se diría, ésas van de turismo de lujo a costa del erario público. Y, por último, jamás de los jamases se rendiría pleitesía al magnate, salvo que éste se avenga a ejecutar su sueño lúdico bajo la fórmula del cooperativismo social que tanto gusta a los de Marinaleda. Son elucubraciones -lo cierto y verdad es que no hay infraestructuras de transporte y hoteleras suficientes- aunque no faltas de realidad.

Ni estoy en contra ni a favor de Eurovegas pero sí cuestiono tres cosas. Primera, la condescendencia hacia un proyecto para el que, si fuera necesario, se cambiaría hasta la mismísima Constitución para que ésta se amoldara a aquél y no -como debería ser- a la inversa, mientras que a quienes aspiran a instalar una industria, por pequeña que sea, se le ponen por delante mil y una trabas, como si el magnate de los casinos fuera un bendito y el empresario de aquí, un demonio. Segunda, y enlazada con la anterior idea, me pregunto el porqué de tanto celo hacia la industria en todas y cada una de las comunidades, salvo en la vasca, y el porqué persistimos en hacer de España un país de servicios, cuando la diversificación de los destinos turísticos internacionales menguará la afluencia de turistas, de ahí que, a largo plazo, sólo podremos competir en calidad y no en precios. Y tercera, qué lástima que los esfuerzos realizados por los gobiernos para cautivar a los ricos no se desplegaran también para hacerle la vida un poco más fácil a los pobres, entendidos como emprendedores y pequeños empresarios -no me puedo abstraer aquí de la amnistía o perdón fiscal aprobada el pasado viernes por el Consejo de Ministros y de la que se beneficiará principalmente el dinero negro de las fortunas-. Si así fuera, quizás no necesitaríamos tantísima reverencia.

Y concluyo. Malsana envidia no hay por parte de los andaluces, así que vayan por adelantadas las felicitaciones desde Despeñaperros para abajo hacia cualquiera de esas dos comunidades que, de Despeñaperros para arriba, aspiran al Eurovegas.

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