Me pongo en el teclado de mi ordenador todavía embargado por la emoción de un partido de infarto en el que España en la prórroga, con gol de Iniesta, ha escrito la página más brillante de su historia futbolística: CAMPEONES DEL MUNDO. Casi nada. La mejor generación de futbolistas no podía perder esta oportunidad y aunque lo pasó mal en el partido ante Holanda y tuvo que llegar a la prórroga, fue capaz de encontrar en la calidad de Iniesta ese gol in extremis que nos evitara la crueldad de los lanzamientos desde el punto de penalti.
Qué tiene el fútbol para poder paralizar un país, para en momentos de dificultades hacer explotar el corazón y llevar los sentimientos hasta límites insospechados. Decenas de millones de espectadores ante la televisión en todo el mundo. Olvido de la crisis y del paro durante una noche y salir a las calles para dar rienda suelta a las satisfacciones que sólo son capaces de ser engendradas por los sentimientos más profundos. La selección española ha sido capaz de conseguirlo y ofrecer con su juego, el título más preciado en el mundo del balompié.
A los muchos que se fueron y contribuyeron con su esfuerzo para que el fútbol fuera creciendo. Iniesta y Sergio Ramos recordaron a Dani Jarque y Antonio Puerta. Bellísimo gesto. Y a todos aquellos innominados que sólo fueron apasionados aficionados del juego, también hay que recordarlos en estos momentos de felicidad, la que nos ha regalado esta generación de enormes futbolistas. Los mejores del mundo. Los campeones.
