A finales del siglo XIX y principios del XX, de todas las ciudades andaluzas, sólo Sevilla y Jerez superaban el localismo y planteaban proyectos que excedían los límites de sus propios enclaves y, de las capitales provinciales, únicamente Sevilla asumía sin complejos los rasgos andaluces, encarnados por los sevillanos día a día en los barrios o anualmente en los ceremoniales, y los exportaba. Glosando a Blas Infante podría decirse que entonces España se hizo andaluza ante Europa y el mundo gracias a aquellos sevillanos no localistas.
Cuando los vientos provenientes de Cataluña trajeron al sur mensajes de autogobierno, a los granadinos de la Granada de los Reyes Católicos -palabras también de Don Blas referidas a un sector conspicuo- les faltó tiempo para enunciar la conveniencia de una autonomía de su ciudad, Murcia y Almería, con Granada como capital, claro. Ahora ese fantasma se delinea de nuevo e igual que el rostro de la Momia cinematográfica emergiendo de las arenas del desierto y olvidándose de fondos europeos, AVE, autorías o aguas, amenaza con derrumbar la pirámide porque no es justo que Sevilla esté en su cumbre.
El monstruo no sólo aparece con rostro de derechas. En Málaga -a parte de que su alcalde confiese sentirse sin fuerzas para oponerse a la corriente partidaria de una autonomía uniprovincial, dados los agravios-, IU clama contra la inclusión de la administración de la Cuenca Mediterránea en la sevillana Agencia Andaluza del Agua tachándola de "cambio competencial a favor de Sevilla" en detrimento de aquella ciudad. Hablando de estos envites contra la capital de Andalucía y sus ciudadanos conceptuales, un amigo viejo que ya pasó por muchos avatares me dijo el otro día: "No te preocupes, todas esas cosas las piden quienes quieren ser los sevillanos de su ciudad".
Antonio Zoido es escritor e historiador
