Los comicios del 22 de marzo están a la vuelta de la esquina, así que por aséptico e institucional que fuera ayer el discurso de Susana Díaz, todos los oídos iban a descodificarlo en clave electoral. Pero esta vez la presidenta no dio rodeos, y empezó por hablar de las elecciones: «Todos debemos actuar con altura de miras. Los primeros, los políticos, que tanto dejamos de desear en ocasiones y que debemos esforzarnos por actuar con ejemplaridad y generosidad hacia nuestro gran pueblo», dijo. Díaz avanzó que tanto las autonómicas como las municipales del 24 de mayo deben servir para afrontar una «renovación democrática» de las instituciones. «Para que Andalucía acometa sin demora todas las reformas que sean necesarias y urgentes».
Ninguno de los candidatos que le disputarán la Presidencia el 22M la estaba escuchando en ese momento. El líder del PP-A, Juan Manuel Moreno, asistió por la mañana al izado de la bandera andaluza en el Parlamento, pero luego no acudió al acto institucional del Maestranza. Es marca de su antecesor Javier Arenas, que nunca se dejó ver por estas efemérides. Moreno adolece de visibilidad de cara al 22M, le conoce menos de la mitad de los andaluces, sin embargo ese handicap no lo animó a variar su estrategia, y optó por irse a rendir homenaje a Blas Infante, el proclamado padre de la patria andaluza. El otro rival, Antonio Maíllo, líder regional de IU, encabezaba a esa hora una gran manifestación a espaldas del Maestranza. Hace un año IU estaba en el Gobierno. Sus tres consejeros acudieron al acto institucional y luego se sumaron a la protesta. Ahora sólo les queda la calle para recuperar la vigorosidad que le niegan las encuestas. La candidata andaluza de Podemos, Teresa Rodríguez, pasó el 28F en Londres, junto a jóvenes andaluces emigrados. Díaz se mostró «segura» de que «cualquiera que sea la decisión libre que tomen los ciudadanos el 22M, será una buena para Andalucía».
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (d), junto al vicepresidente, Manuel Jiménez Barrios (2d), miembros de su Gobierno y otras autoridades, durante el acto institucional en el Parlamento regional de conmemoración del Día de la comunidad. / EFE
El 28 de Febrero, hace 35 años, estaba lloviendo. Los andaluces aprobaron en referéndum su derecho al autogobierno a través de la vía rápida del artículo 151 de la Constitución, reservado hasta entonces para las llamadas comunidades históricas. Así se fraguó el «café para todos», el «no queremos ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie». El mismo espíritu reivindicó ayer Díaz, sin mencionar el órdago soberanista catalán ni el riesgo del centralismo ni de una España a dos velocidades articulada en torno a un sistema de financiación autonómica desequilibrado. «Andalucía apostó por tender puentes con España y el resto de Europa, y lo hizo pacífica y democráticamente. Esa fue la aportación esencial a la convivencia de los españoles, apostar por la igualdad y por los equilibrios. La igualdad es la espina dorsal de nuestra tierra».
Díaz acusó la principal cicatriz de la región, una tasa de paro próxima al 35%, y defendió la sanidad y la educación pública (esta vez sin mencionar la amenaza de los recortes del Gobierno central). También habló de corrupción, algo que va a marcar la campaña electoral, y de lo que no le gusta hablar. Quizá por eso dijo que los casos de corrupción son «inexplicables» un adjetivo que sorprendió a muchos y «bochornosos». «Han ocurrido algunas cosas que nunca deberían haber ocurrido en Andalucía, pero seríamos injustos si no viéramos el enorme avance y transformación de los últimos años».
